Macri no quiere quemarse con leche

Dicen los moderados del entorno de Macri que las encuestas, termómetro político de la Argentina, tienen una marca a partir de la cual el Presidente modifica el modo de gobernar: cada vez que su imagen positiva supera el 50% se recuesta en sus incondicionales e inflexibles, el trío conformado por Marcos Peña, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, y resulta más parecido a sí mismo. Por debajo de ese umbral, en cambio, el jefe del Estado parece más negociador y abierto a otros referentes de Pro.

Estos sondeos, cuya elaboración el Gobierno suele encargar a Roberto Zapata, sociólogo que trabaja con Durán Barba y hace la tarea en persona, casa por casa en todo el país, reforzaron en las últimas semanas la influencia de los más duros, a quienes los detractores llaman el "ala kirchnerista" del Gobierno. "Van por todo", especifican.

La marcha del 1° de abril en Plaza de Mayo fue, en ese sentido, un envión anímico que confirmó lo que ya empezaban a mostrar los indicadores de imagen presidencial durante la negociación con los docentes y las protestas de la CGT, la CTA y el kirchnerismo. Desde entonces, Macri es un líder con menos inhibiciones.

La demostración más cabal fue la represión del piquete de la Panamericana el día del último paro general, ordenada por el propio presidente, que intentó después convencer a Horacio Rodríguez Larreta de imitarle el método. El jefe de gobierno porteño logró hasta ahora sortear esa presión: después de 12 años de inacción, contestó, la policía no está preparada para hacerlo.

El envalentonamiento de Macri se percibió primero en su relación con el mundo sindical. Lo advirtieron enseguida los negociadores del caso de Sancor, conflicto que se resolvió parcialmente ayer, con un acta firmada en el Ministerio de Trabajo. Pero las partes venían de una convivencia ardua y sinuosa, con amagos de acuerdo y rectificaciones sobre la marcha. Todo parecía cerrado a fines de marzo, cuando Héctor Ponce, líder de la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera (Atilra), aceptó renunciar por seis meses al aporte patronal permanente de Sancor -3800 pesos por trabajador que las empresas del sector le pagan desde 2009 mensualmente al gremio-, a cambio de que la cooperativa láctea recibiera 450 millones del Fondear, fondo estatal que da préstamos a tasa bonificada. Pero pasó el 1° de abril y Macri le ordenó al ministro Ricardo Buryaile (Agroindustria), endurecerse: el gremio debía olvidarse para siempre del aporte permanente y no sólo...

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