Macri cumple los deseos olvidados de Cristina

Una viejísima ley en la guerra del mar indica que cuando los desechos suben a la superficie es porque el submarino probablemente ha naufragado. Hoy la basura emerge día tras día, en una saga repugnante, y flota toda junta en un océano de multimillonarios kirchneristas que se sirven del erario y la impunidad para montar sus imperios, y camaradas del curro que se pasan horas contando billetes verdes y bebiendo whisky en cuevas oscuras que recuerdan a Scarface. "Mientras Al Capone juegue de tu lado, vos lo cubrís", dijo hace poco un intelectual setentista, explicando por qué razón estos escándalos de la moral pública no les mueven un pelo. En los 70 no había secuestros extorsivos ni robos a bancos sino apenas "métodos de recaudación" para una "causa justa". Ya saben: el fin justifica los medios. Al menos aquellos revolucionarios no saqueaban los dineros del pueblo, costumbre muy arraigada en estos magnates que hablan en nombre de la Patria y que, cuando pernoctaban en Balcarce 50, cometían tiernos sincericidios, como abrir todas las mañanas su Wi-Fi con la clave $$presidencia. La verdadera obsesión de sus vidas. Qué bello es vivir.

Esas imágenes escatológicas se superponían esta misma semana con otras: el cristinismo hundiéndose en su propia intransigencia, perdiendo por paliza una batalla fundamental con los otros peronismos en la Cámara de Diputados, mientras en la plaza del Congreso compartía marcha con Quebracho y los trotskistas, inaugurando así su nuevo carácter de partido testimonial de izquierda. Los fanáticos repetían en el recinto discursos mecánicos donde se nombraba como un mantra a quien los vigilaba por televisión (Cristina), a quien tal vez se retorcía en su tumba (Jauretche) y al nuevo referente mundial del populismo (el papa Francisco). Los oficialistas esperaban que hablara Máximo para tirarle por la cabeza las imágenes de La Rosadita y los inefables trucos fiscales del señor Cristóbal, y tal vez por eso, después de dormir la siesta en su banca, el hijo de la Pasionaria del Calafate recurrió a un tono levemente conciliador, desubicando incluso a su propia tropa. La jornada venía desastrosa, el horno no estaba para bollos y además era el único que no debía rendir cuentas a mamá.

A su lado, Miguel Pichetto luce como De Gaulle. El senador se ha transformado por obra y gracia del destino (tiene las llaves del reino), de su particular olfato (piensa si hay o no plafón social para cada proyecto) y de su temperamento (fuerte pero...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR