El lujo de Bal Harbour, un imán que siempre atrae a argentinos

BAL HARBOUR, Miami.- Hello, Mrs. Reina, how are you today?, me saludó un hombre que jamás había visto en la vida mientras entraba en el imponente lobby del St. Regis Bal Harbour Resort, uno de los hoteles más lujosos de la ciudad. Algo confundida por el recibimiento tan personalizado, con la sensación de sorpresa todavía dando vueltas a mi alrededor, por donde circulaban Ferraris y Maseratis, sólo atiné a contestar "bien" en inglés, mientras pensaba cómo podía saber mi nombre o, en todo caso, cómo había logrado relacionarlo con mi cara.Ese especial recibimiento me sorprendió a pesar de que ya había estado alojada en el One Bal Harbour, otro hotel de lujo, el preferido de los argentinos que buscan el bajo perfil y no exponerse ante los flashes de los paparazzi que rondan como tiburones por las costas de Miami Beach. No, los que eligen Bal Harbour lo hacen con la certeza de que no serán vistos -salvo por los huéspedes VIP que, como ellos, buscan privacidad y entonces al cruzarse por las áreas comunes entablan un pacto de silencio recíproco- y que podrán tener sus vacaciones a todo lujo y discreción.Pero ese saludo en el St. Regis fue sólo un ejemplo de lo que viviría en mi breve pero intensa estada a todo lujo en Bal Harbour, la zona más exclusiva de Miami, que en los últimos años ha sabido captar la atención de miles de argentinos -son los segundos en cantidad y los terceros en gasto, después de los rusos (eligen Miami para escapar del frío y dar rienda suelta a su capitalismo tantos años reprimido) y de los brasileños.Los argentinos que eligen este exclusivo destino combinan dos de las cosas que más disfrutan en sus vacaciones: algo de playa y mucho shopping. Acá, desafiar hasta el límite de lo posible el recargo del 20% para las compras hechas con tarjeta de crédito es casi tan popular como practicar paddle surf , el deporte de moda por estas costas de arena blanca, mar celeste "aturquesado" y que probablemente tenga la mayor concentración de palmeras por metro cuadrado. No en vano, el 35% de los impuestos que pagan los habitantes van destinados a embellecer y cuidar la ciudad. Una prueba irrefutable es el césped perfectamente cortado a lo largo de la avenida Collins, donde no es nada raro ver a empleados municipales limpiando los troncos de las palmeras con hidrolavadoras, o toparse con dispensers de bolsas para los dueños que sacan a pasear a sus perritos (priman las razas pequeñas).Para los fanáticos del shopping, hay opciones para todos los...

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