Los lugares que marcan el ritmo de una escena

Se podría arriesgar que no hubiera existido el punk rock norteamericano sin el CBGB, ese club de mala muerte que le dio cabida a Patti Smith, The Ramones y Television, entre muchos otros. O que el rock local sería otro si no hubiera existido Cemento, donde crecieron y se desarrollaron una infinidad de bandas, desde los Redondos a Divididos. También se podría nombrar al UFO del Londres de los 60; a The Hacienda en Manchester en los 80 y a El Samovar de Rasputín, en La Boca, en los 90. Es que la existencia de lugares como esos parece ser uno de los requisitos fundamentales para que surja una escena nueva, de aquellas que harán historia aunque nadie lo piense en el momento.

En su libro Cómo funciona la música, lo destaca muy bien David Byrne. Y enumera algunas de las características que debería reunir un espacio para convertirse en eje de un torbellino musical. Claro que, puede apostarse, no es algo que se logre con premeditación ni cálculo, sino más bien la combinación de múltiples variantes y de predisposiciones personales...

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