San Lorenzo festeja y prueba nuevas vestimentas mientras espía el futuro

El espejo no miente, no engaña. Devuelve lo que se tiene, lo que hay, lo que está a la vista. No deforma, no deslumbra ni empobrece: es lo que es. San Lorenzo se mira, se observa, se vislumbra tal cual es. Del campeón de la Copa Libertadores sólo le queda el trofeo, en la vitrina reluciente. Con lo que tiene puesto (que no es poco, tampoco mucho), espía el Mundial de Clubes, en el futuro lejano, en el también lejano Marruecos, y no le gusta nada. Bueno, sí, un poco, recupera algo valiosísimo: las ganas de ganar. De competir con furia, con la lengua salida, con la pierna fuerte. Pero no alcanza. Por eso, mientras se embarra en el torneo local, a años luz de River y a siglos de su antigua sombra, ensaya, prueba, se viste con nuevas ropas, con flamantes indumentarias. La voracidad por el triunfo, entiende, puede darse una licencia, con el recuerdo de la copa más maravillosa. Entonces, por ejemplo, en una noche discretísima en su producción y brutalmente efectiva desde el factor numérico, se viste, se desnuda. De jefe y de artesano. De gerente y de obrero. De romántico libertario o encerrado en su propio laberinto.En el pintoresco escenario de Florencio Varela, por un lado, comete una venganza: le gana por 3 a 1 a Defensa y Justicia, un noble equipo para atacar y un descompensado conjunto para defender. La Copa Argentina queda atrás: hace un puñado de días, el Halcón echó por la ventana al Ciclón del torneo federal. Algo es algo, debe pensar ahora mismo San Lorenzo.El triunfo es así de chiquito. Torrico es una de las figuras, Kalinski es otro referente: no hay manteca para arrojar al techo. Lo valioso, en sí mismo, es la victoria. Y la reacción: perdía por 1 a 0 y descubrió, de pronto, el deseo. La ambición de ganar. Aunque sea un partido casero.Mientras juega, ensaya, prueba, se calza nuevas vestimentas y flamantes indumentarias frente al espejo. A su propio espejo. Por caso, Edgardo Bauza, un entrenador pragmático y equilibrado, empieza el juego con tres delanteros y un...

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