Lomas de Zamora: tierra de contrastes, entre bolsillos vacíos y promesas de obras públicas

Sobre una balsa de telgopor y maderas, Ramón Miranda avanza sobre los desechos y desagües del arroyo Mugica. El vertedero serpentea a lo largo de Ingeniero Budge, una de las localidades más pobres de Lomas de Zamora, pegada a la Capital Federal. Junto a 16 vecinos agrupados en una cooperativa y a cambio de 4000 pesos mensuales, este gondoliere de la inmundicia limpió 1800 metros del arroyo en dos meses. Avanza más rápido que las máquinas del Estado.

Ramón empuja la balsa mientras los desagües de los ranchos y casillas siguen escupiendo sus intestinos al agua. Una vecina abre la ventana de su cocina. No es para saludar: arroja una caja al arroyo. Ramón la recogerá otro día. Y así todos los días.

El de Ramón y su vecina es apenas uno de los infinitos contrastes de Lomas de Zamora, que con más de 700.000 habitantes y medio millón de electores es el segundo municipio más poblado del conurbano y uno de los ejes de la batalla de octubre.

Aquí opera un abismo que se percibe en los minutos que cuesta llegar desde las villas y barrios obreros de Budge o Fiorito a las casas con jardín de Banfield o las mansiones de Las Lomitas; entre las grandes industrias exhaustas de Llavallol, la usina sublegal de La Salada y las pymes que cierran en Temperley; entre los puentes, canales y cloacas que Cambiemos vende como futuro y los bolsillos vacíos del presente con los que el peronismo confía que volverá a ganar. No hay nada más lomense que el contraste.

Hace dos días que no llueve en Fiorito, pero Los Paraguayos, el barrio más nuevo de villa La Cava, es un lodazal. La mayoría de "los paraguayos" son albañiles y se nota: casas nuevas de material, perfectamente terminadas y pintadas. Lo privado, lo que depende del vecino, parece sólido, de clase media. Lo público, la vereda, el asfalto, no están. Los líquidos que inundan la calle no vienen del cielo.

A pocas cuadras, en la zona de los recicladores de La Cava, opera la lógica opuesta: más antiguo, el barrio tiene asfalto y luz, pero donde empiezan las veredas se eleva una montaña de basura que ingresa a las casas de chapa, más enclenques. Son argentinos y, a diferencia de sus nuevos vecinos, llevan varias generaciones sin conocer un trabajo estable, explica un baqueano.

Héctor Trejo, Laura y sus cuatro hijos viven en Los Paraguayos. Santiagueño, Héctor se rompió la espalda trabajando en la constructora de un empresario de Adrogué. Lo despidieron cuando todavía no podía levantarse de la cama y hace seis años que...

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