Llora un descenso cantado

Si bien el estupor se interpone en el análisis, la fría mirada futbolística indica que el descenso de River fue algo lógico y previsible. El empate ante Belgrano consumó la degradación que venía sufriendo el equipo desde hacía varias fechas. Con un director técnico que empezó perdiendo el criterio para armar la formación y terminó resignando la autoridad ante sus dirigidos. Con futbolistas que ni siquiera parecían creer en sus fuerzas, arrastrados por una irrefrenable dinámica negativa.River no supo aprovechar el contexto favorable de haberse puesto en ventaja a los cinco minutos, con un derechazo de Pavone desde fuera del área que parecía resucitar al goleador adormecido de los últimos meses. Era lo mejor que le podía pasar a un conjunto que andaba con la moral por el sótano. El destino les daba una oportunidad más a los que poco venían haciendo para no ser vistos como unos desahuciados.Vinieron minutos en los que River daba la impresión de sacudirse los miedos y complejos que lo tenían en estado de pánico desde hacía varios partidos. Era una cuestión anímica, porque el fútbol y el juego que le faltan desde hace rato no los iba a encontrar justo en la tarde más tensa en la historia del club. Belgrano trataba de mantener el orden, pero no se sentía seguro. Debía mostrar personalidad para sobrellevar el momento más adverso de la serie. Aguantó con algo de sufrimiento, una atajada decisiva de Olave a Pavone y el favor de que Pezzotta no cobrara el claro penal de Pérez a Caruso. También que el árbitro le perdonara la segunda amonestación a Lollo por una fuerte infracción a Pavone. Todo eso ocurrió entre los 25 y 32 minutos, cuando River insinuaba con llevárselo por delante.Lo hacía con empuje y pelotazos, porque a pasarse la pelota entre compañeros había renunciado con la inclusión de Arano como acompañante de Acevedo en el círculo central. Un discretísimo lateral que al ser improvisado como volante quedó más expuesto en sus torpezas y limitaciones. Erró infinidad de pases, entre ellos el que precedió al empate de Belgrano, facilitado aún más por la chapuza en el despeje de Díaz y el rebote en Ferrero que le dejó la pelota servida a Farré. El caso Arano tuvo la agravante de que intervino mucho en el juego para perjuicio del equipo.River pudo haber finalizado el primer tiempo con la ventaja necesaria de los dos goles. La tuvo en los pies de Caruso, que falló en la definición tras un desborde de Pavone. Lamela era más de lo que venía mostrando: mucha...

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