Llamado solidario: perdonemos a Cristina

Oyarbide confiesa, entre llantos, que absolvió a Néstor y Cristina porque lo apretaron; todos los días aparece un nuevo empresario que admite que pagaba coimas; Abal Medina reconoce que recibía parte de esa plata; Josecito López dice que los dólares que revoleaba provenían "de la política"; al secretario de Abal Medina le encuentran dos pendrives con una prolija contabilidad de los pagos, algunos de los cuales iban destinados a una persona registrada solo por sus iniciales, CFK, en el único punto oscuro del caso: los investigadores buscan y buscan y no logran descubrir de quién se trata.Salvo esa pequeña incógnita, todo lo demás está clarísimo. Ya lo dijo el fiscal Stornelli: nunca en sus 40 años en la Justicia vio tanta prueba junta, y tan contundente. Esta serie, el "cuadernosgate", en realidad es una miniserie de tres capítulos. En el primero aparecen los cuadernos; en el segundo, los acusados confiesan su culpabilidad, y en el tercero -perdón por adelantarles el final-, llegan las condenas. Una historia sencilla, lineal. Pero extraordinaria. Fulminante. Tres capítulos para liquidar, por si hacía falta, un apellido, una dinastía, una etapa de nuestra historia, un modelo, un relato. Hubo un tiempo en que llamarse Kirchner o ser kirchnerista pudo significar progresismo, revolución, derechos humanos. Terminó siendo una asociación ilícita, un saqueo organizado y sistemático. Hay que volver a leerle los labios a Clinton: "Es el afano, estúpido". ¡Sorry, Bill! Te juro que íbamos por el rescate del pueblo subyugado, mezclamos mal las cartas y nos salió el hampa.Pongámonos por un momento en la piel de Cristina. ¿Cómo estará viviendo estas horas? Justo cuando su silencio le empezaba a dar rédito en las encuestas, justo cuando urdía la reconciliación con un hombre honesto y leal como Hugo Moyano, justo en el momento en que a Macri le crujía la economía, aparece el periodismo militante -militante de la investigación- y revela la mayor trama de corrupción que haya conocido el país, en la que ella y su marido ocupan el centro de la escena. El centro, centro: los vemos en Olivos recibiendo en joggineta los bolsos con la recaudación del día. En unas pocas horas, todo salió a la luz hasta en los más mínimos detalles, sin lugar a dudas o réplicas. Cris venía callando para juntar votos. Ahora calla porque ya no puede decir nada. Del silencio productivo al silencio autoincriminatorio. Miren qué ha quedado de la señora del micrófono.En la misma semana, su...

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