Liberado,river cumplió el objetivo de mínima, pero aún le falta para el gran sueño

OSAKA.- Llegó con un objetivo de mínima y lo cumplió, pero el sueño de grandeza siempre estuvo presente y el deseo de un nuevo título es algo irrefrenable. River jugará la final del Mundial de Clubes, aunque para levantar el trofeo, ese que ningún equipo argentino tiene en sus vitrinas desde que se pasó a este formato de torneo, deberá recalcular desde lo futbolístico, redescubrirse como conjunto y elevar el rendimiento de individualidades que asoman extraviadas. La ansiedad por el debut, un partido que se empezó a jugar desde julio pasado, cuando se selló la participación; la carga psicológica que causó la responsabilidad de ser favoritos, y la obligación de no defraudar a la multitud que alentó desde las tribunas y a los millones que acompañaron en el mundo ataron y condicionaron a River.

Como si se tratara de una extensión de lo que fue el último tramo del torneo o el andar tambaleante en la Copa Sudamericana, un rival de menos quilates tuvo a maltraer al conjunto que lidera Gallardo, una estructura que sufre por algunos nombres que ya no están. Apellidos sin marketing y hasta en algún tiempo menospreciados, pero que eran puntales, líderes silenciosos. Así, con la misma intriga que ante Sanfrecce Hiroshima, River recorrió la segunda parte del año y esta semifinal. El domingo tiene la oportunidad con la que siempre idealizó. Por antecedentes, cuando los pronósticos menos lo favorecen, más peligroso se pone, pero no debería ser el único recurso al que aferrarse para coronar un ciclo que resultó mucho más refrescante y reconocible que lo que la imagen refleja ahora el espejo.

Con escasez futbolística, progresar en la cancha se complica. River llegó a Japón con antelación, después de la eliminación de la Copa Sudamericana, a manos de Huracán. Hizo la adaptación a la diferencia horaria, se enseñó con energías en los entrenamientos y hasta el clima resultó benévolo en esta ciudad. Pero entender cómo funcionaba la cabeza, si la mente estaba despejada o sentía bloquearse ante el debut, era algo que únicamente podría reconocerse cuando rodara el balón. No ofreció el sello distintivo el equipo ni el de sus mejores días, allá cuando era "insoportable", según la definición de Gallardo, por presión y juego para los rivales, ni el que impuso cuando decidió reconvertirse en una formación más pragmática y robusta para alzar la...

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