Lenguaje oral y personalidad

AutorXiomara Sánchez Batista - Tania Zamora Reytor - Rosa María Cepero Álvarez - Mario Zamora Pérez
CargoProfesores Auxiliares

Introducción

Las características psicológicas que definen la personalidad no nacen con el individuo sino que se forman en el transcurso de la vida; concediéndole al lenguaje oral un lugar importante en este proceso socializador. No es propósito de una reflexión como la que nos ocupa intentar abarcar toda la complejidad y diversidad que estos elementos generan, pues el análisis de las bibliografías relacionadas con el tema y los resultados de las investigaciones desarrolladas por especialistas nacionales y extranjeros así lo demuestran.

Se pretende, solo como objetivo, a partir de algunos análisis: Determinar cómo el lenguaje oral incide en el desarrollo de la naciente personalidad de los niños. Para analizar la incidencia de un proceso en otro, tenemos que ver como el lenguaje oral actúa como un factor que regula y estructura la personalidad y el comportamiento social.

Desarrollo

Cuando el niño comienza a dominar el lenguaje oral es capaz de comportarse y expresarse de forma diferente en diferentes momentos y lo hace porque es capaz de asumir las normas de conducta social y los hábitos que no se adquieren por costumbres ni por lógica, sino a través de la repetición verbal de las consignas.

Ya sea en los juegos de roles, en las actividades productivas, en la casa y en la vida cotidiana, el niño sin darse cuenta no solo aprenden a utilizar el lenguaje oral, sino que es capaz de comprenderlo, y de organizar mediante este su conducta, su vida y contribuir con ello al desarrollo de su personalidad. No somos del criterio de que el lenguaje oral crea las funciones psíquicas, pero estas se forman con la participación del lenguaje oral.

El niño en el juego asume un papel, y al hacerlo tienen que cumplir determinadas acciones y subordinarse a ciertas reglas conductuales. El lenguaje oral le permite conocer y cumplir las reglas y orientaciones que se necesitan para la ejecución de las acciones, que se orientan en ocasiones entre los mismos niños, y le permite que estos aprendan a actuar en consonancia con los valores morales y sociales que se deben cumplir en ese papel. Ejemplo de esto lo constituye, cuando juegan a las casitas y se reparten las tareas del hogar, cuando imitan los papeles de mamá y papá y orientan al niño que tienen, lo que debe o no debe hacer; o en ocasiones, cuando un niño asume el papel de maestro y sabe que no debe llegar tarde a la escuela.

El sentimiento del deber nace bajo la influencia de la valoración que haga el adulto al acto realizado. Por ejemplo: Si ayudó a sacudir los muebles, si le buscó las chancletas a papá, si recitó una poesía en la escuela, si memorizó los colores; de igual forma si trató mal a un amigo, si no realizó la tarea, si se escapó de la casa. Sobre la base de la valoración que hagan los mayores de estos actos, los niños al escucharlos...

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