Estamos lejos del bipartidismo

En los últimos meses, muchos analistas políticos plantearon la necesidad de avanzar hacia un sistema bipartidario, con menos fragmentación, especialmente en la oposición. Obviamente, este bipartidismo tendría un representante de derecha (o si se prefiere de centroderecha) que promueva el orden y el crecimiento económico, y otro de izquierda que priorice los objetivos sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, y que tenga una visión más humanista y menos economicista de la realidad.

La cuestión es mucho más compleja, porque no siempre los gobiernos llamados de derecha han contribuido al orden o al crecimiento económico, ni en nuestro país ni en el resto del mundo. Recordemos nuestra experiencia de los años 90, o el impacto mundial de la desregulación financiera en los EE.UU., que derivó en la gran crisis de 2008. Tampoco los que se agrupan en la izquierda han sido eficaces combatiendo la pobreza ni mejorando la distribución de los ingresos. Pero no deja de ser válida la observación de que las prioridades de las clases medias y altas prevalecen en ciertos momentos, así como en otros momentos les llega el turno a los sectores populares. Y también parece ser cierto que es saludable esta alternancia, ya que la permanencia en el poder de sólo uno de estos grupos políticos termina distorsionando el sano funcionamiento de una república democráticamente organizada.

Ahora, ¿está la Argentina preparada para tener esta opción típica de una democracia madura? ¿Quiénes son los candidatos a representar esos partidos mayoritarios?

Tenemos casi 30 años de democracia recuperada, pero aún no hemos sido capaces de hacer funcionar correctamente las instituciones. Seguimos abusando de prácticas antidemocráticas, de estilos autoritarios, de pretensiones vitalicias y de nepotismo. Carecemos aún de un equilibrio de poderes y de independencia en la Justicia, que son anteriores a la definición de los matices ideológicos con los que se gobierna. Debemos consolidar la cultura de la convivencia y la tolerancia, que es la esencia para el pleno ejercicio de las libertades políticas, como lo destaca con tanto acierto Raymond Aron.

En este laberinto político es muy difícil hablar de derecha e izquierda. ¿Qué tiene que ver los que se ubican a la derecha con Manuel Fraga, Aznar, o con Sarmiento, Alberdi o Carlos Pellegrini? ¿Qué tiene en común Pro con esos procesos?

No podemos aceptar que, a partir de los resultados de octubre, el panorama político...

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