Leila Guerriero: 'En medio del caos, el único madero al que abrazarse es el método'

"Están las entrevistas literarias y están las entrevistas de Leila Guerriero. Son conversaciones pacientes y voraces, dictámenes que son retratos y que parecen esculturas de aire, de hielo o de fuego. Mientras las hace, ella es la mujer que no está ahí. Desaparece". El retrato es de Juan Cruz, uno de los autores más respetados del diario El País, uno de los medios donde Guerriero (Junín, 1967) vuelca sus textos todas las semanas. Autora de referencia de la crónica hispanoamericana, sus mejores trabajos han sido reunidos en libros como Los suicidas del fin del mundo, Frutos extraños o Plano americano. En 2010 ganó el premio concedido por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano por su trabajo "El rastro en los huesos", sobre los días de la dictadura militar. Dueña de una sensibilidad exquisita, una mirada penetrante y un sentido excepcional de la forma, ha publicado sus trabajos en los medios más prestigiosos en lengua castellana y fue miembro de la Redacción de LA NACION. Alguna vez ha dicho que escribe porque si no lo hace empiezan a aparecer en su cuerpo síntomas de un profundo malestar. Retomar aquella respuesta es un buen modo de empezar.P -¿Por qué escribís?R -Mirá, Fogwill tenía una respuesta para eso que era genial: decía que era más fácil escribir que evitar la sensación de sinsentido que produce no hacerlo. Yo creo que un poco es por eso. Cuando no escribo me siento física y anímicamente muy mal. Pero, por supuesto, esto no es un camino de autoayuda ni psicoanálisis a través de la escritura. Creo que escribo para intentar poner algo de orden dentro de mí, a un mundo que me resulta sumamente difícil de comprender, caótico, y que solo puedo aprender o comprender un poco mejor cuando lo escribo. Solo entiendo que quiero pensar acerca de algunas cosas cuando las escribo.P -En ese momento de epifanía, ¿cuánto tiempo te puede insumir el armado?R -En una columna, que sale de manera caudalosa o fluida, el texto en sí, montarlo y procesarlo, unas cinco o seis horas. O más. O sea, cinco o seis horas, y después puedo estar trabajando ese texto dos o tres días. Cuando se me abren los cielos, puedo estar cinco o seis días trabajando. Cierro el texto y vuelvo, lo cierro y vuelvo, muchas veces. Condensar un pensamiento... Las columnas a veces sirven como pequeños ensayitos. Dejarlo, a mi criterio, sin flancos débiles o sin expresiones maliciosas, o porque quiero meter la realidad en mi argumento, es difícil; es poco espacio, son solo 21 líneas.P -¿Sentís que es más tortuoso escribir textos acotados que una crónica?R...

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