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Jubilación de juecesChurchill afirmó que si Hitler invadiera el infierno, en la Cámara de los Comunes él hablaría bien del demonio. A mí me parece, de todos modos, que la perversión del invasor no convierte automáticamente en virtuoso todo lo relativo al invadido.Más de un representante de los jueces ha tildado de inconstitucional el proyecto de ley con que el Gobierno intenta modificar sus jubilaciones especiales. Creo que tienen razón en algún aspecto, no en otros, más allá de la intención del Gobierno, que es otro tema. Esos voceros refieren también el éxodo judicial que se estaría produciendo a través de pedidos de jubilación, de lo cual usan demasiado livianamente el "se estima" en lugar de dar datos precisos.Si la medida es inconstitucional, no entiendo por qué los jueces apresuran su jubilación en lugar de impugnar el régimen, como tiene que hacer ante ellos mismos la gente que sostiene eso de cualquier norma. Cuando un ciudadano del común cree que no le corresponde pagar algún impuesto, primero lo tiene que pagar y después reclamar, precisamente, ante los jueces.El éxodo judicial que se estaría produciendo da un mensaje aterrador: los que han venido liderando el sistema judicial no creen en él. Es cierto que un pleito iniciado por un juez termina siendo juzgado por conjueces y no por sus colegas, pero en cualquier caso si los jueces no creen vivir en un país donde el sistema que ellos integran, que han gestionado y cuya jurisprudencia han generado, visto como un todo, no es capaz de garantizar la vigencia del Estado de Derecho, entonces el resto de la población debería entrar inmediatamente en pánico.Los jueces también están llamados a ejercer, aunque no lo sepan, determinada calidad de liderazgo.Marcelo GobbiDNI 14.541.133No tengo sarnaNo tengo sarna, y amo mi profesión de juez. Soy un agradecido a Dios por haberme permitido ejercer mi vocación, esa para la que me preparé durante años y que desempeño con toda la dedicación que una función como esta exige y merece. Mis padres me inyectaron, desde muy pequeño, el virus de la honestidad. Mis primeros maestros en la función volvieron a aplicarme un refuerzo al mostrarme con el ejemplo y la dedicación las virtudes de ejercer a conciencia su trabajo. Quienes me siguieron guiando y acompañando en el ejercicio laboral diario me dieron otra dosis. Mi mujer y mis hijos me dan el suministro necesario para no sucumbir a los ataques de quienes gratuitamente pretenden infectarnos.Soy juez. Y no...

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