'Donde hay un lector, antes hubo otro que extendió la mano': el texto que María Teresa Andruetto leyó en la Feria del Libro

María Teresa Andruetto, "Amiga de las Bibliotecas Populares", en la Feria del Libro

Cuando mi mamá era una niña (en un pueblo sin escuelas ni bibliotecas ni librerías) se hizo amiga de un hombre que vivía encerrado en su casa. Tenían los dos mucha diferencia de edad y mucha diferencia social, él pertenecía a una de las tres familias acomodadas del pueblo y mi mamá al resto de la población, hombres y mujeres que trabajaban con sus manos. En ese contexto se hacen amigos la niña y el hombre; él le presta libros, ella se convierte en entusiasta lectora.

La escritora cordobesa, Premio Hans Christian Andersen 2012, recibió una escultura de Ricardo Carpani por su labor en defensa de las bibliotecas populares

Mi padre lamentaba haber dejado en Italia dos baúles llenos de libros. Extrañaba su biblioteca, por eso aun en medio de muchas carencias, siempre estábamos pagando libros en cuotas.

La biblioteca del colegio secundario no era muy grande, estaba en la dirección, se podía sacar libros en préstamo.

Mis padres -que deseaban que estudiara- no sabían si podrían costearme estudios en la ciudad. Pudieron, con mucho esfuerzo, de ellos y del Estado (universidad pública, una cama en un cuarto compartido, comedor universitario, costearme algunos libros con clases particulares o trabajo informal de correctora y muchas horas leyendo en las bibliotecas de la ciudad).

Bibliotecas y educación estatal

Durante las restricciones sanitarias de la pandemia, ordeno la biblioteca. Casi todos los libros que tenía antes del golpe de Estado, los quemamos o los presté y no volvieron o los dejé en casas de personas cuyo contacto perdí. Entre enero de 1976 y fines de 1982 no compré ningún libro; podría decir que la mía es una biblioteca con algunos libros heredados, más lo que compré desde el regreso de la democracia.

Ordenando la biblioteca puedo ver qué tipo de libros me interesó tener y cuántos perdí en el entusiasmo de llevarlos hacia otros. Ordenando, pareciera que se lucha contra la nada.

A los treinta y nueve años obtuve una beca para leer durante una temporada en la Biblioteca Internacional de Múnich, una de las más grandes, si no la más completa, de libros para niños en el mundo. La biblioteca funciona en un castillo y yo me alojé tres meses en un departamento interno, un tiempo sola y otro con una bibliotecaria rusa. A poco de regresar a casa nos escribieron a la rusa y a mí para decirnos que habíamos sido las últimas huéspedes de ese departamento, porque el escritor Michel Ende antes de morir donó su acerbo a la biblioteca y desde 1995 se exponen ahí sus libros y originales, entre ellos el manuscrito de La historia interminable en...

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