La lección de Esteban

Bullrich, en la entrevista con CNN

En la Argentina polarizada, en la que el discurso del odio domina en los extremos, parecería imposible que un testimonio político nos toque el corazón. Pero lo imposible sucedió en la vibrante entrevista que Ernesto Tenenbaum y María O’Donnell le hicieron el último sábado al senador Esteban Bullrich en el programa que ambos conducen en la señal CNN: la hondura de su testimonio fue, ante todo, un alegato en primera persona frente a una grieta que, desde hace una década, mantiene paralizada a la Argentina y que, cuanto más se profundiza, más nos autodestruye.

Lejos de la victimización -ese deporte tan argentino- o del ocultamiento, Esteban Bullrich había elegido hablar sobre cómo es vivir con ELA , una enfermedad neurodegenerativa, que va provocando la muerte de las células motoneuronas y una parálisis progresiva de los músculos del cuerpo. Aunque el físico Stephen Hawking sobrevivió 50 años al diagnóstico, la expectativa de vida, según la ciencia, es de dos a cinco años. Bullrich es consciente de este proceso y, aun así, había decidido dar su testimonio, en medio de una pandemia que, desde hace más de un año, nos acecha con la enfermedad, la muerte, y la incertidumbre.

¿Por qué había decidido hablar, cuando la mayoría habría preferido esconderse? "Puedo ayudar mucho, no solo a los que tienen ELA sino a la gente que la está pasando mal". En una Argentina donde la mayoría piensa en recibir, un hombre frente a una encrucijada límite, estaba pensando en dar. Dar de sí.

Ya me había atravesado el anticipo del diálogo, pero me emocioné mucho más cuando lo vi completo. No solo era empatía; aquella conversación tenía el don de ampliar nuestra consciencia y de elevarnos, aunque sea por un rato, por sobre nuestras miserias. Cuando le escribí a mis colegas para felicitarlos por la idea, Tenembaum me respondió con una sinceridad conmovedora: "Me cuesta no llorar todo el tiempo".

¿Qué era lo que nos movilizaba tanto? ¿Una bocanada de oxígeno en medio de la locura de la grieta? ¿Un hombre que, a partir de un diagnóstico terminal, ahora agradece -sí, agradece- poder disfrutar cada día sin proyectarse y que nos enseña que sí es posible vivir en la incertidumbre, esa emoción incómoda que pareció instalar la pandemia en nuestras vidas? "Lo peor es el pesimismo. Te dicen ‘no vas a poder comer’. Pero lo importante es que hoy puedo comer, mañana no sé".

Hasta el aparentemente inconmovible corazón de Cristina pareció tocado...

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