Laurie Anderson y su stand up chamánico

"Hablar del futuro es una forma de hacer arte", recita Laurie Anderson. Una de las formas más antiguas de la humanidad, podría pensarse al observar el escenario del teatro Ópera decorado exclusivamente por un centenar de velas y sus llamas minimalistas que apenas se mueven de aquí para allá, mientras esta artista de 67 años permanece de pie, en un costado u otro, nunca en el centro, contando sus historias de vida y muerte, de risa y miedo, del fin de un mundo que encuentra su espada de Damocles a la vuelta de la esquina; sea arriba de un avión que se estrella en una torre gemela o en la grasa hirviendo de la cocina urgente de un McDonald's.

Laurie Anderson aterrizó el fin de semana por cuarta vez en Buenos Aires, para participar en la primera edición de la Bienal de Performance, con su espectáculo The Language of the Future, un compendio de historias y relatos breves que ella misma se encarga de ambientar con texturas sonoras. Un stand up chamánico en el que Anderson hipnotiza a su pueblo, su gente, valiéndose de una voz clara y firme, de una sonrisa cálida, de palabras precisas y de un puñado de esos cuentos asombrosos que escribió a lo largo de su extensa carrera multidisciplinaria apoyando siempre su mirada en las paradojas que atormentan e iluminan al ser humano.

The Language of the Future está cruzado de principio a fin por el humor, aunque sea imposible no saborear cierto gusto amargo una vez que el telón se haya cerrado; como si Anderson trabajara aquí aún más sobre esa brisa sombría que acostumbra sobrevolar sus espectáculos. Por momentos, hasta su cinismo parece arrojarlo todo al vacío. Pero no. Anderson lleva de las narices a su audiencia hasta el mismo borde del precipicio, y allí, con la mirada fija en el oscuro fondo, la hace volar. Un vuelo intelectual que apunta a la reflexión sincera y que, en este caso, se apoya en la poesía y la narración y le reserva a la música apenas un lugar de acompañamiento (en Nueva York llegó a presentar este espectáculo dividido en dos días: uno dedicado a las historias y otro a las canciones).

Anderson cuenta sus cuentos, transmite sus conocimientos a través de sí misma, de sus experiencias y sus visiones, y en ellos plantea una suerte de fin de ciclo en torno a su investigación y desarrollo creativo sobre los Estados Unidos de Norteamérica, su cultura, sus raíces, su religión, su política, su sociedad de consumo hiperventilada y, por cierto, su narrativa.

A lo largo de una hora y media, Anderson...

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