El largo lamento de Cristina por Máximo

me hace llorar. Cuando aparece en su papel de madre y habla de como lo hizo el martes en Ezeiza, con tanto amor, me quiebro. Ella sufre por el chiquitín que sufre y entre los dos me hacen sufrir. Repasemos ese tramo del discurso. "Pienso en mi hijo, que lo atacan tanto. ¡Cómo no lo van a atacar! Prefieren hijos que hagan otras cosas, no que se dediquen a fundar organizaciones políticas de jóvenes... Escuchame, Máximo, ¡sería más negocio que te dedicaras a otra cosa!" ¿No es desgarrador? Le dice que no está haciendo un buen negocio. Que a un Kirchner le cuestionen la rentabilidad de lo que hace es como mostrarle las puertas del infierno. Además, Maxi mira su cuenta bancaria y no cree que le esté yendo tan mal.

Sigue la madre doliente, y el auditorio de Ezeiza se estremece: "Pero bueno, tenés la sangre de tus padres, y te dedicaste a sacar jóvenes de la calle y de la droga para incorporarlos a la política". Digamos, vagos y faloperos. Maxi no esperaba de su madre semejante definición de . "¡Cómo no te van a pegar, hermano! Te la tenés que bancar -dice la señora, y remata el lamento con la frase de cabecera de -. Son las reglas del juego."

Nunca le habíamos escuchado a Cristina tantas referencias a su hijo en un discurso. Eso habla de su preocupación. Sabemos que Máximo es su debilidad. Maxi la puede. Y Maxi no siempre pudo. Le costó el colegio, le costó la facultad -tuvo que abandonar temprano Derecho en la Universidad de Belgrano tras una serie de bochazos y de que un profesor lo reprendiera por presentarse a examen sin saber absolutamente nada- y le costó y le cuesta el trabajo metódico. También le cuesta hablar en público, incluso después de haber tomado clases con . Y le cuesta una enormidad remontar en las encuestas: especialmente en Río Gallegos, donde más lo conocen (ahora analiza la posibilidad de ir como concejal en Bartolomé de las Casas, Formosa). Sin embargo, el chico resultó un rosquero fenomenal y un lince en el mercado de cambios. Cristina ha dicho alguna vez que es "desconfiado como el padre y malicioso como la madre". En fin, una divinura.

Por eso, no es de extrañar que esa noche, después de llegar de Ezeiza, la señora se haya sentado a escribirle una carta. Le habían quedado muchas cosas por decir y las volcó en un texto donde madre y Presidenta, Presidenta y madre, aparecen una y otra vez en una amalgama entrañable. Por cierto, le agradezco a Máximo que haya querido compartir la carta conmigo.

Maxi, Maximito, gurrumín de mi...

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