Larga vida a la cinta que nos cambió la vida

Cuando se habla de la vuelta del casete, lo primero que aparece en muchos interlocutores es cara de fastidio. "El sonido es pésimo", suelen alegar los detractores de este formato que tuvo su momento de gloria en los ochenta con la aparición del walkman, una revolución tecnológica con que merece varias páginas aparte. Lo que no tienen en cuenta quienes sospechan de este resurgimiento aún incipiente del casete es que el sonido es lo de menos. En verdad este formato tuvo y tiene otras virtudes: básicamente, una carga de contenido simbólico muy importante para el público de mediana edad y un atractivo de novedad y curiosidad para los más chicos. En tiempos líquidos, el contenido es todo. Y poder asirlo, poseerlo y exhibirlo resulta una experiencia importante para un público que también aún busca formas de identificación "analógicas". El modelo de consumo de música hoy podría trazarse de esta manera: escuchar todo el día canciones de forma portable en Spotify, comprar vinilos para coleccionar, salir con una remera de una banda preferida y llevarse un casete de souvenir de algún show para atesorar y, excepcionalmente, escuchar. La coexistencia...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR