Una larga noche hasta octubre

La exministra de Seguridad y precandidata a presidenta, Patricia Bullrich.

La idea del almuerzo era conocerse pero, sin quererlo, Patricia Bullrich puso a varios incómodos . ¿O lo hacía con intención? El lunes, en la sede de la Unión Industrial Argentina y ante parte de la conducción de esa central, la presidenta de Pro se metió en un tema sensible, la competitividad fabril. Y a la manera de Patricia Bullrich: dijo que los extranjeros venían a la Argentina y compraban todo tipo de productos con una excepción, la ropa. El dedo en la llaga textil. Luis Tendlarz, representante del sector y uno de los anfitriones, le contestó que eso en todo caso ocurría en los shoppings, pero que afuera, por ejemplo, en el barrio del Once, las tiendas eran más baratas, y que una cosa eran los productos terminados, y otra, los hilados. Y además que, en todo caso, el problema era la carga del Estado. Una discusión eterna, pero también típica de tiempos preelectorales: ¿qué modelo económico permitirá alguna vez despegar?

La campaña obliga a los empresarios a contrastar proyectos. A Massa, con quien tienen la mejor relación, no le auguran futuro más allá de octubre. Con él habrá que resolver las urgencias del presente, múltiples y cada vez más graves, pero la suerte parece estar echada para el Gobierno. La atención está puesta entonces en lo que viene, y eso tampoco parece alentador. Con Bullrich tienen bastantes reparos. Coinciden con ella en la necesidad de una reforma laboral, pero temen que vaya hacia un modelo más extremo, no necesariamente industrial, y que eso la termine enemistando con sus aliados de la UCR y complique la gobernabilidad. En la UIA, además de Tendlarz, le plantearon diferencias Isaías Drajer, de los laboratorios, y Matías Furió, de la Cámara del Juguete. Le recordaron que el sector fabril no había tenido una buena relación con Macri y le propusieron mejorar esa experiencia. Ella contestó que no estaba pensando en abrir la economía de golpe, que había que empezar sacando las distorsiones del Estado sobre la actividad privada y que en todo caso la decisión de competir correspondía a la sociedad.

Los asesores de la invitada conocían esta desconfianza mutua. Por eso algunos se lamentaron de que hubiera surgido el contrapunto. "No era para pelearse", dijo uno de ellos. Intentaron que no ocurriera lo mismo ayer, con la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos (Cilfa), y ahí sí lo consiguieron. "Hubo empatía, fue una buena reunión", dijo...

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