Ladrones de verdad y héroes ficticios

Nahuel Gallotta conoció la marginalidad desde muy joven. Adolescente, se movía en la delgada línea que separaba al muchacho de clase media, esforzado en el reparto de pizza y en los estudios secundarios que le permitían soñar con la universidad, de sus amigos bandidos de la plaza del barrio, con la curiosidad objetiva y el ánimo de observación propios de un científico. Quería conocer y comprender los motivos y la cotidianidad de quienes habían decidido vivir contra la ley.

Años después, ya graduado como periodista, encaró con ese mismo espíritu la escritura de La conexión Bogotá (Ediciones del Empedrado), libro vibrante en el que vuelca su investigación -realizada durante años, sobre la base de entrevistas con los propios delincuentes- acerca de los Internacionales, red más bien inorgánica de ladrones que se dedican a robar fuera de Colombia.

Por momentos, la lectura del libro indigna, por momentos deprime, y siempre fascina. El primer capítulo será especialmente significativo para muchos lectores porteños, que verán allí reflejadas sus desventuras. "La plata está en Buenos Aires", se titula, y explica por qué para los ladrones extranjeros esta ciudad era una meca en América Latina: podían ingresar sin visa a un lugar donde se hablaba el mismo idioma y que distaba sólo seis horas en avión de Bogotá, la policía era "muy permeable" y cualquier detención podía anularse pagando. "Pero lo más importante -cuenta Gallotta- estaba en las casas y departamentos de la ciudad, el Gran Buenos Aires y sus provincias limítrofes: allí encontraban joyas y dólares como en pocos destinos del mundo. Los rumores ya habían llegado a los barrios bajos de Bogotá y a las distintas ciudades en las que había ladrones colombianos. Eran: la plata...

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