Kive Staiff: gestor clave en la historia de la escena argentina

No hay forma de pensar, analizar, desmenuzar la producción escénica argentina de estos últimos 50 años sin reparar en el aporte de Kive Staiff. Y habría que reconocer que en ese recorrido en el cual se articulan nombres de dramaturgos, actores, coreógrafos, directores de escena, bailarines y titiriteros como de ciertos acontecimientos colectivos él debe ser la única persona no vinculada directamente con la producción artística arriba de un escenario.Kive Staiff (Akiva, según su DNI) fue, y seguirá siendo, sinónimo del Teatro San Martín. Impuso la marca de la gestión cuando, en 1970, pocos usaban ese término. Murió ayer, a las 20.30, de un paro cardiorrespiratorio. Ayer, en la sala Martín Coronado de este teatro que él dirigió por casi 30 años, se estrenó una obra de Matías Feldman llamada El hipervínculo. En el entreacto muchos de los presentes se enteraron de la noticia y la obra, cuentan varios de los presentes, fue adquiriendo muchos otros significados, tejiendo redes a raíz de la noticia. Imposible no recordar aquellos espectáculos internacionales que él programó en ese espacio monumental cuyas huellas están en el ADN de la escena local.Hombre de detalles, de previsión, había aclarado a su esposa, la actriz María Comesaña, que de ninguna manera admitiría ser velado en la sala. De hecho, eso ayer no sucedió. Tampoco el cortejo fúnebre pasará hoy por ese lugar que él dirigió durante dos gobiernos militares y diversos gobiernos democráticos porque la avenida Corrientes, a la altura del San Martín, está en plena obra y el caos impone sus lógicas.Tuvo dos hijas: Eliana y Débora. Deby, así conocemos todos a esta notable gestora, escribió lo siguiente en su muro de Facebook: "Era muy judío... pero también muy ateo. Su primer trabajo fue vender pastillas en la estación Constitución para comprarse los libros para el colegio recién llegado a Buenos Aires y con solo 10 años. Nunca supo lo que era vivir sin trabajar. Para él ningún trabajo era indigno. Indigno era no tenerlo. Vivió intensamente, como quiso, haciendo lo que quería, lo que amaba, lo que le gustaba. Fue incisivo como crítico, temido y odiado. Lo llamaron Mefistófeles y mientras tanto les salvó la vida a muchos actores en los años de plomo. Su mejor amigo fue su caballo de la niñez, ese con el que cabalgaba de la colonia al pueblo a buscar correspondencia en su Entre Ríos natal. Quiso ser jugador de fútbol, llegó a la quinta de River, el club de sus amores, y por un problema en la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR