El kirchnerismo se sueña eterno

El grito sacudió la planta baja entera: "¿¡Qué hace sin corbata!?" Al pasmoso respeto que el cargo de recaudador provoca entre los contribuyentes de cualquier país, lo ha dotado aquí de un rasgo draculesco: suele decir las cosas con buenos modales. Es raro que el jefe del levante la voz en público. Puertas adentro del organismo, sin embargo, esa flema puede interrumpirse por razones insospechadas. Por ejemplo, si este abogado con posgrados en Barcelona juzga que uno de sus funcionarios está vestido de manera informal. Entonces, el ensayo de desacartonamiento indumentario -un cuello que no aguantaba el calor, un intento de adecuarse al casual friday- será inevitablemente reprendido: "¿¡Qué hace sin corbata!?". Ha pasado y seguirá pasando.

El kirchnerismo tiene estas ironías de corte estético. El destino quiso que Echegaray quedara enfrascado en los últimos tiempos en disputas por espacios de poder con , el único ministro que va a las fotos del Grupo de los 20 sin corbata. Aquellos asesores que, hace años, cuando el economista arrancaba en Aerolíneas Argentinas, intentaban cambiarle el atuendo tuvieron que conformarse con que se dignara a usar saco desde que encabeza el Palacio de Hacienda. "Axel, no podés seguir usando ese suéter con pelotitas", aconsejaban.

Son estilos opuestos que en nada cambian el único rasgo que, en conversaciones con empresarios o funcionarios, emparenta a Echegaray y a Kicillof: a menos de un año de la finalización del mandato de Cristina Kirchner, ambos hablan de 2016 como si entonces fueran a seguir en el cargo.

Habrá que tomar en serio a Casey Wander. Como dicen en La Cámpora, el proyecto es por 50 años. Es el plan que el kirchnerismo deberá dirimir desde ahora con Daniel Scioli: quién es, dentro de un espacio político que exhibe a una jefa saliente con más de 40% de imagen positiva por primera vez en años, el verdadero dueño de los votos. A eso apuntan quienes imaginan a la Presidenta en una función legislativa. "Lo proscribieron a Perón y ahora quieren proscribir a Cristina", se anticipó ayer Oscar Parrilli, secretario de la Presidencia, en conversación con Radio Nacional.

La idea de continuar de algún modo como actores principales de la historia viene envalentonando a La Cámpora. La apuntalan varios motivos: instinto de supervivencia ante un Poder Judicial que intuyen cada vez más adverso, apetencia de poder y, lo más importante, la pasividad de una oposición que, con la excepción de Elisa Carrió, parece...

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