Al kirchnerismo se le subió el fracaso a la cabeza

Alberto Fernández y Cristina Kirchner en el búnker del Frente de Todos

"Aunque todo lo demás nos falle -decía John Kenneth Galbraith -, siempre podremos asegurarnos la inmortalidad cometiendo algún error espectacular". Al kirchnerismo se le ha subido el fracaso a la cabeza, y marcha a toda máquina a babor y a estribor, por proa y por popa hacia el norte y hacia el sur, es decir: hacia ninguna parte , e inventa por el camino probados adefesios de magnitud colosal para garantizarse el desastre económico, que no se quiere perder por nada del mundo. Y que deberá afrontar en la mañana misma del 15 de noviembre, sea cual fuere el resultado de las urnas. Los dos primeros años del cuarto gobierno kirchnerista estuvieron concentrados en la cuarentena más larga e insensata del planeta, en dilatar programas y acuerdos con acreedores internacionales, y en asociarnos con los peores regímenes autoritarios de América Latina; los dos subsiguientes estarán dedicados a sofocar con papel picado el dantesco incendio forestal que ellos mismos prendieron lanzando gasoil y antorchas sobre los árboles y las praderas. Ordenan imprimir billetes a mansalva y luego mandan a un comisario político a bajar los precios a martillazos, en una operación cuya alegoría exacta, aunque lúgubre, sería como incentivar el delito a gran escala y luego enviar a escuadrones de la muerte a masacrar a los ladrones. Hablando de ese tema tan doloroso y candente: los ídolos de la población carcelaria -allí arrasan en cada elección- han excarcelado a los peores narcos y asesinos bajo la penosa doctrina progre ("el delincuente es una víctima"); consiguieron con ello que las fieras liberadas se hicieran un festín en el corral de los corderos inermes, y ahora hacen proselitismo oportunista con dureza teatral mientras los traficantes se apoderan de las barriadas y los muertos se apilan en las calles más desfavorecidas. Pagarle al Fondo, según divulgan enfáticamente los camporistas, es traicionar al pueblo y entregarse al imperialismo norteamericano, y lo vocean a los cuatro vientos mientras su ministro de Economía viaja a Washington para negociar un no-trato agónico con Kristalina y el jefe de Gabinete, como si fuera un paciente en emergencia, vuela en avión sanitario para halagar al establishment de Nueva York. Se sincera la desesperación por dólares y se sigue poniendo cepos a las exportaciones, y a casi cualquier cosa. Desde las tribunas se sablea a los medios y a la oposición, y a la vez se...

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