Kicillof, el menos tranquilo de todos

El ministro de Economía, que prometía mantener todo controlado con jueguito para la tribuna y simular una llegada cómoda a las elecciones presidenciales, pedía: "Quédense todos tranquilos". Y por un tiempo simuló que había logrado una paz cambiaria, mientras la economía seguía deteriorándose, con distintas presiones en alza, y él cebó más el déficit fiscal, cometiendo una imprudencia fatal para su propia táctica.

El contexto externo se puso peor y dio excusa para todo. Pero el mercado ha estado lejos de quedarse tranquilo y sus reacciones sacaron de quicio a Axel "quédense todos tranquilos" Kicillof.

El desesperado y vano intento de frenar la escalada del dólar blue mediante una suerte de pesificación forzosa en la venta de los papeles en dólares en cartera de los fondos comunes de inversión (FCI) armó una tormenta perfecta, que según el ministro no debería existir. Porque según él "el mercado es pequeño", son en todo caso pocos los afectados. Una muestra más de su particular teoría discriminatoria: si se comete una confiscación cambiaria, impositiva o directamente a la propiedad privada, no importa si los afectados son un número mínimo.

¿Se enteró en su tan buena educación de aquello escrito sobre la Alemania nazi?: "Cuando vinieron por los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío".

Las sociedades aprenden a veces más que sus supuestos iluminados. Sin ir tan lejos, por qué confiar en un gobierno que prometió no devaluar y lo hizo, en un país donde las autoridades siguen defendiendo la pesificación forzosa. El dicho "el que se quema comiendo zapallo caliente después sopla hasta la sandía" es quizá más popular e intelectualmente más accesible en el estado de nervios del ministro.

Quienes desde el sistema financiero mantuvieron contactos con el equipo económico la semana pasada encontraron a varios muy exaltados. Algunos quedaron con la sensación de que los ánimos entre Economía y la CNV no eran los mejores. Economía había mandado a hacer, pensaban, y la CNV tenía que poner la cara por una decisión impuesta.

Kicillof perdió más los estribos cuando advirtió que su idea del secreto absoluto no funcionaba. Que algunos datos de las tratativas aparecían en la prensa. Kicillof parece gustar de sembrar información incorrecta entre los periodistas independientes para luego burlarse por intermedio de las cadenas repetidoras paraestatales acusándolos de desinformados...

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