Una Justicia que olvida el sentido común

En los remotos años sesenta, un matón de colegio que nos hacía bullying se me vino encima para trompearme; tuvo a bien tropezar y romperse la boca. Durante dos semanas, lleno de angustias, traté de convencerlos a todos de que era inocente, aunque con vanos resultados; la mayoría no me creía y se fue instalando la insólita idea de que yo pegaba fuerte y era cruel. En la tercera semana descubrí que no debía confirmar ni refutar la creencia general, puesto que ya era inútil y, además, mi reputación mejoraba día a día: ahora era tratado con sumo respeto y me invitaban a todas las fiestas. Como con muchos otros sucesos de la vida doméstica, esta pedagogía temprana enseña algunas cosas sobre la política. El Gobierno es acusado de perseguir con los jueces federales a los miembros más conspicuos de la "década ganada", que para evitar la verdad desnuda (los importuna de manera insolente el Código Penal) intentan crear la sensación de que Macri repite el mismo modus operandi de los gabinetes peronistas: gobernar desde las sombras Comodoro Py y lastimar con los expedientes a los opositores. Hoy puede haber comedidos de ida y vuelta, e incluso algunos enjuagues de cloaca que deberían ser vigilados, pero lo cierto es que Cambiemos renunció a los oscuros hábitos orquestales del menemismo y de los kirchneristas, y que apenas entrega información cuando se la requieren (los anteriores la retenían) y presenta denuncias nuevas cuando descubre irregularidades. Al principio intentó negar esa acusación infame, pero con el correr de los meses descubrió con asombro que en esta sociedad salvaje el malentendido no lo perjudicaba. Primero, porque ante sus antagonistas aparecía fuerte y temible, virtud que calma los nervios y baja los humos. En segundo lugar, porque la demanda de transparencia es colosal; en las encuestas algunos ciudadanos, sin conciencia de la división de poderes, declaran indignados: "Me banco apretarme el cinturón, pero que al menos Macri ponga en cana a los que se robaron todo". Sin un proyecto claro, entrampado en su republicanismo y desplegando una no política judicial, Cambiemos deja que los jueces se autorregulen y contempla, no sin preocupación, el espectáculo. Que en realidad es una remake de lo que aconteció cuando el menemismo declinó y perdió la manija. Mientras los presidentes peronistas están en auge, sucede lo que en El libro negro de la justicia el periodista Tato Young denomina "La Gran Simulación", que consiste en ralentizar...

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