Jugar con fuego

Viene ocurriendo desde tiempos inmemoriales: la llama olímpica, salvo raras excepciones, jamás se apaga desde que los antiguos la encendieron para celebrar la inauguración de los Juegos Olímpicos, en Grecia. Pero Buenos Aires, donde los hidrocarburos suelen traer dolores de cabeza, se burló de los dioses: ayer, la pequeña lengua de fuego vaciló en el pebetero hasta extinguirse. Nada grave, claro, salvo en el territorio inasible de lo simbólico. Las redes sociales, tan dadas a la burla y el humor feroz, fueron una fiesta: centenares de usuarios de ese servicio transformaron la cólera por los sucesivos aumentos de tarifas en bromas filosas llenas de ingenio.Horas después de esa catarsis colectiva, las autoridades desandaron sus...

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