Los juegos de la desesperación en la representación sindical

La lección que deja el lamentable episodio que protagonizó el Sindicato Unidos Portuarios Argentinos (SUPA) la semana última es que cuando las prioridades del Ministerio de Trabajo están desencajadas, y se decide jugar con la paciencia de los trabajadores, el riesgo es despertar el monstruo de la desesperación que todo dirigente debe mantener aletargado si decide dedicarse a la política.

Juan Corvalán, secretario general del SUPA, incurrió en por lo menos dos actos desesperados. Es un dirigente respetado por su coherencia a lo largo de los años: representar los intereses de los estibadores, política al margen. Pero marginar a la política de su liderazgo lo llevó a ceder terreno: no logró mantener los paños fríos, y su entorno lo empujó a romper la construcción sindical más madura que se registre: el trabajo conjunto de dos gremios antagónicos por la guerra del objetivo común y superador de las batallas de las categorías. Ése fue el primer dato que evidenció un rumbo perdido.

La guerra por el trabajo previsible futuro se postergó por la guerrilla desesperada de los espacios que deben ocupar hoy guincheros y estibadores.

La cartera laboral no logra, no quiere o no puede resolver estas contingencias. La violencia escala. Los puertos paran. Los barcos pegan la vuelta y un empresario tiene que retirar su carga en Montevideo y agregarle un costo más a una lista que incluye conseguirse las divisas y obtener una declaración jurada anticipada de importación (DJAI).

El SUPA denunció despidos por parte de Exolgan de afiliados suyos...

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