Juego, pobreza, corrupción y narcotráfico

El presidente Mauricio Macri ha enunciado en forma categórica, pública y reiterada su intención de combatir los flagelos de la pobreza, el narcotráfico y la corrupción que ha carcomido al Estado en los últimos 12 años. Otras voces del espacio político gobernante y la oposición se han pronunciado durante la última campaña electoral en contra del juego, tan extendido hoy por todo el territorio nacional, tanto en los márgenes más pobres del conurbano bonaerense como en ciudades del interior. Una de las muestras más ignominiosas es el acceso a Rosario, en donde se erige majestuoso un enorme casino que contrasta con la miseria circundante de una gran villa de emergencia.

Sin embargo, 100 días después de la asunción del gobierno nacional, muchas de esas voces han entrado en un llamativo silencio y están siendo reemplazadas por intentos más o menos públicos de negociaciones con los llamados "zares del juego", con el propósito de mostrar como éxitos políticos el haberles aumentado el canon que le pagan al Estado por la explotación de estos espacios o la limitación en la cantidad de máquinas tragamonedas que tienen autorizadas por cada sala.

La Iglesia ha alertado reiteradamente sobre las catastróficas consecuencias que ha tenido la proliferación de bingos, casinos y tragamonedas entre la población más necesitada y de-samparada. La ilusión del progreso económico, del "salvarse" mediante el juego, arrastra a esos sectores sociales a una espiral sin retorno en la que terminan no sólo perdiendo lo poco que tienen, sino también convirtiéndose en autómatas frente a máquinas que les vacían los bolsillos y, en ocasiones, también el alma.

A los pies de ese altar pagano, quienes son presas de la adicción al juego pierden su dinero, su trabajo, su dignidad, y muchas veces hasta sus familias. Porque el juego prospera donde no hay esperanza, desangrando el tejido social.

Lo ha señalado reiteradamente con claridad la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti, quien expresó que "el juego se nos fue de las manos" y que "la Argentina derrapó" en esta cuestión.

No puede ignorarse la relación que el juego ha tenido y tiene con la corrupción y el narcotráfico. Los enormes flujos de dinero que genera con poco o ningún control han servido para la financiación espuria de campañas políticas. Esos aportes se transforman muchas veces en opacas asociaciones entre gobernantes y empresarios del negocio de apuestas. En ocasiones esa proximidad se extiende a la justicia...

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