De Juan Duarte a Nisman, el peronismo bajo sospecha

, cerca de los zapatos. Su cabeza, en medio de un charco de sangre, sobre la cama.

Extraña forma de morir la de Juan Duarte: arrodillado, con la mitad superior del cuerpo descansando sobre donde habitualmente dormía, emprendió su sueño definitivo.

Había renunciado unas horas antes a su estratégico cargo de secretario privado del presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, abrumado por las acusaciones de corrupción que su propio cuñado y jefe directo se ocupó de fogonear. Era el 9 de abril de 1953 y ya no estaba Evita, su hermana y gran protectora, devastada por un cáncer ocho meses antes. Nadie creyó que se trataba de un suicidio, comenzando por su propia madre.

-¡Asesinos! Me han matado a otro de mis hijos -se quebró Juana Ibarguren, al enterarse de la infausta noticia.

El peronismo, que en octubre de este año cumplirá 70 años desde que empezó a moldear a su imagen y semejanza la vida de los argentinos, tiene en su haber una colección de muertes extrañas, nunca del todo debidamente aclaradas, a las que acaba de agregar un nuevo eslabón: el fin inesperado del fiscal Nisman.

Informativamente, 2015 no puede haber arrancado de manera más lúgubre: empezó con la conmoción por el asesinato de la adolescente Lola Chomnalez, en Uruguay, todavía no dilucidado, y prosiguió con el impactante atentado a la revista satírica Charlie Hebdo, en París, y sus sangrientas derivaciones.

La imprevista irrupción de Nisman, con su gravísima acusación contra la Presidenta y su canciller el miércoles de la semana pasada, parecía que nos iba a deparar otro tipo de emociones. Pero la abrupta y cruenta salida de escena del fiscal nos devolvió a la atmósfera tétrica que se empeña en envolver a este enero al que todavía le quedan nueve días más por recorrer. Con un agravante: ahora el miedo es institucional. La salud de la República se resquebrajó como nunca en estos 31 años de democracia. Y ni en el oficialismo ni en la oposición terminan de aparecer los anticuerpos necesarios para superar esta oscura encrucijada.

Si había algo más que le faltaba al kirchnerismo para parecerse al menemismo, su primo hermano y antecesor en la escala zoológica de la política, del que, además, heredó a muchos de sus funcionarios reciclados, era prestarse como abono fértil para un nuevo y extraño "¿suicidio?" (así, entre signos de interrogación, como lo puso la Presidenta).

Para colmo, el tratamiento de la "escena del crimen" -revelador lapsus de Jorge Capitanich en su conferencia de...

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