Juan Carlos Harriott, la leyenda del polo, y el partido con el que todos sueñan: 'Me gustaría jugar contra La Dolfina, ¡seríamos más jóvenes!'

Silencio de campo. Los gallos siempre se animan, pero ahora está oscuro, bien cerrado. El sol asoma recién a las 8.20, aunque la leyenda del polo argentino ya hace un buen rato que despegó. "Viste cómo es con los años: dormís menos". En La Felisa, su campo de siempre, a 15 kilómetros de Coronel Suárez, en el oeste bonaerense y a unos 600 de Buenos Aires, Juan Carlos Harriott se alista para una nueva jornada. Son tiempos de pandemia, pero por la zona no hay tanta histeria con el tema. El hombre que ganó 20 veces el Abierto de Palermo y que marcó una era de su deporte no abandona su humildad, su sencillez, su estilo campechano, a los 83 años.-¿Qué pasa cuando sale a caminar hoy por las calles de Coronel Suárez? ¿La gente le sigue hablando de polo o ya no?-Más o menos, ¿eh?. De polo no mucho. Acá se ha perdido un poco la euforia de antes. Como no hay un equipo de Suárez que compita en el Abierto de Palermo, la gente está como fuera del ambiente. Aunque no faltan los graciosos...-¿Por qué?-Viste que acá hace unos años me hicieron una estatua. Me contaron que en estos días le pusieron un barbijo... Estoy queriendo averiguar quién fue, jeje...Juancarlitos es el mismo de siempre: le esquiva a las adulaciones, comparaciones y todo lo que implique ponerlo en un sitial de privilegio. Que se ganó en la cancha y con su manera de ser. No sólo fueron 20 títulos de Palermo, 15 de Hurlingham y 9 de Los Indios y Tortugas; las cuatro Triple Coronas conquistadas (1972, 1974, 1975 y 1977) ni el 10 de handicap entre 1961 y 1980, cuando dijo adiós; los 5 Olimpias de Plata y uno de Oro; las 4 Copa de las Américas obtenidas; ganarse un lugar en el Hall de la Fama en 2015 o el Konex de Platino en 1980. El crack nació desde su esencia, desde su espíritu...-Un día, Héctor "Cacho" Merlos, uno de sus grandes rivales del clásico con Santa Ana, me contó una anécdota suya. Jugaban en Tortugas, los caballos iban pechándose en una acción, Merlos convirtió un gol y usted le dijo "Golazo, Cacho". ¿Por qué tuvo esa reacción? No es muy usual...-Es que al deporte siempre lo sentí así. Cacho nos había marcado un gol en un Coronel Suárez-Santa Ana, pero no por eso voy a ser tan cuadrado de no reconocerle un mérito, como lo fue esa jugada. Me nació decirle "te metiste un golazo Cacho".-¿Alguna vez se lo dijeron a usted?-Puede ser..., pero nunca me fijé en esas cosas. No estaba pendiente de eso.-En 1980, tras ganar la Copa de las Américas con la camiseta argentina, se bajó para siempre del caballo en el alto handicap. Dijo que no tuvo melancolía. Ahora, ¿es fácil bajar la persiana de esa manera? Porque los deportistas suelen hablar de lo duro que es el día después.-En mi caso no fue duro. Yo jugaba en Buenos Aires y tenía que ir y venir, o me instalaba allá. En la vida podés dedicarte bien a una cosa, como lo hicimos con Coronel Suárez, pero no podés abocarte toda la vida sólo a eso. Tenés familia, trabajo, otros programas. No sentí melancolía ni mucho menos. Seguí jugando torneítos en Suárez, pero ni cerca de volver a hacerlo en la Triple Corona. La gran competencia te pone tirante.-El equipo de los Harriott (Juan Carlos y Alfredo) y los Heguy (Horacio y Alberto) se cansó de ganar, incluso cuando no jugaban en plenitud. Fueron 11 títulos de Palermo en 13 años. ¿Cuál era el secreto de Coronel Suárez?-Para mí era muy importante el amor propio. Cuando andás bien, pegás fenómeno y te funcionan los caballos, es todo lindo. Pero hay días en los que no estás inspirado, que no te salen las cosas, y ahí es donde tiene más importancia el amor propio.-¿Ese era un fuerte suyo o del equipo en general?-Del equipo en general. Pero le sumo algo esencial: uno de los atributos que tuvo Suárez fue que al terminar los partidos no había reproches. Nunca hablamos en caliente. Nos juntábamos tipo...

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