Jorge Lavelli: 'El teatro lírico tiene un lado enfermo'

Como artista, ¿de qué se siente usted verdaderamente orgulloso?-¿Orgullo?Sí, orgullo. Sin vueltas.-No, no soy una persona que sienta esas cuestiones. Sí consideraría algunas cosas que entiendo como conquistas sobre mí mismo, sobre mi capacidad de trabajo, sobre mi proyección imaginativa, sobre ese ir al fondo de ciertas ideas. El resto lo atribuyo a la vida. Pero he tenido períodos muy malos, en los que no sabía qué hacer...A juzgar por una amplia variedad de evidencias, Jorge Lavelli supo salir de esos períodos de incertidumbre. Y lo hizo con tanta convicción interna que, al poco tiempo de haber llegado a París, cuando tenía 28 años, la prensa del mundo entero comenzó a tratarlo como a uno de los grandes puestistas del siglo.Lavelli es parte de esos artistas argentinos que se refugiaron en Francia cuando París era el faro cultural de Occidente. Y, con los años, él mismo devino en faro. Primero, poniendo en escena textos que estaban muy por fuera de las convenciones. Y, después, montando óperas en una deliberada toma de distancia del teatro dramático.Desde 1977, por una década, fue director del Théâtre National de la Colline. Lo consagró a la producción del teatro del siglo XX, en una apuesta jugada y venerada por el ambiente. O, como dice él, en un intento por ir al fondo de ciertas ideas. Durante años, el medio teatral de Buenos Aires se enteraba a la distancia de sus logros, de sus premios y del reconocimiento que merecía. Lavelli recién tuvo la oportunidad de montar un espectáculo aquí una vez finalizada la dictadura. La primera ópera fue El caso Makropulos, en 1986; la primera obra de texto, Seis personajes en busca de autor, de Pirandello, en 1998. La última, que lo trae de regreso a Buenos Aires tras 15 años de ausencia, es Idomeneo, la ópera de Wolfgang Amadeus Mozart que pasado mañana pondrá en escena en el Teatro Colón.En cada uno de esos regresos, el retorno del hijo pródigo no fue un cuento de hadas. Ahora, en pleno proceso de ensayo, lo persiguen viejos fantasmas. "En el Colón se impone una nueva organización, que busque una comunicación más eficaz y hasta que intente obtener una mayor rentabilidad económica. El teatro es una industria, como la automovilística, que, continuamente, necesita renovarse, ser puesta en discusión. Los problemas más importantes de los grandes teatros líricos del mundo tienen que ver con la organización de lo que es ese proceso de fabricación. De no estar encauzado, triunfan la confusión y el caos", sostiene.Fueron...

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