De lo intimista a la obra conceptual

A Guillermo Zarba y Cecilia Zabala los emparienta la Z de sus apellidos, además de la seriedad sin solemnidad escolástica con la que siempre encararon su labor musical. Lo demás va por carriles diferentes, aunque sus últimos discos podrían ser disfrutados por los mismos oyentes.

Son de generaciones distintas. Zarba es un veterano pianista y compositor, sobreviviente de tantas batallas en la música independiente. Su más reciente disco, Los tiempos del agua, es una obra conceptual de 23 piezas publicada en CD y DVD, cantadas e instrumentales, más algunos relatos que terminan de darle forma a un sentimiento bien entrerriano que, por supuesto, está impregnado en la música, no sólo en la de Zarba.

Zabala es una inquieta cantautora que comenzó como guitarrista clásica, se volcó, con los años, a la canción popular y, dueña de un estilo particular, se dedicó a escribir letras y músicas, a buscar dentro de sí la sonoridad adecuada para cada uno de sus discos y lo que quería expresar en cada uno de ellos. Hace unos años editó un CD íntegramente dedicado a la obra guitarrística de Violeta Parra, ahora publica un álbum que si bien tiene canciones o tarareos de su voz, renueva el protagonismo de su guitarra. El color del silencio se llama su nueva invención.

Vecino, en su línea compositiva, de algunas obras de Quique Sinesi o Carlos Negro Aguirre (sólo por nombrar a algunos músicos) este disco parece uno de los más introspectivos de Cecilia. Al parecer, quiso traducir todo lo que tenía ganas de decir al lenguaje de la guitarra y de un contrapunto discursivo de melodías salidas de su voz. La canciones aparecen, pero dosificadas en cuotas. Es por esto que se puede considerar a El color del silencio como uno de sus discos más hacia adentro y no hacia afuera.

Allí brota su veta académica, no por el tipo de lenguaje sino por las herramientas técnicas para tocar sus guitarras (una clásica de siete cuerdas, otra acústica)...