Intimidad

La intimidad tiene algo de mágico cuando se da en lugares públicos. A veces, para estar solos necesitamos gente. Nada como un bar para compartir un rato con nosotros mismos mientras alrededor el mundo despliega su actividad incesante. Allí, frente a una mesa, somos parte del flujo humano que nos envuelve sin dejar de pertenecernos y sin necesidad de movernos. Somos testigos del espectáculo de la vida mientras, sin darnos cuenta, aportamos la parte que nos toca desde la distancia justa. Una resolución tan grata como efímera de la tensión entre intimidad y comunidad. No sabemos si esta mujer sentada a una mesa del Varela...

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