La intervención tiene una idea fija: nada de violencia

BARCELONA.- Se respira otro aire. Pero la intervención -eso de que mande en Cataluña la vicepresidenta de España- no gusta por aquí.

El desagrado incluye a muchos de los que detestan al independentismo y que ayer aplaudieron la idea de no separarse de España. Que una cosa es una cosa y otra, otra. Hoy, con el "lunes, ¡otra vez!" se acaba la fiesta del fin de semana en paz y comienza la intervención en serio. Llegan los interventores. ¿Qué pasará? Los pasos judiciales no los maneja el Poder Ejecutivo. O, por lo menos, así debería ser.

Lo cierto es que ayer hubo alivio cuando trascendió que habrá querella contra el desplazado presidente autonómico Carles Puigdemont. Pero que no se pedirá su detención. Lo mismo para su desplazado vicepresidente, Oriol Junqueras.

No llegarán tanques desde Madrid. Pero la primera intervención de una autonomía en los 40 años de democracia intenta ahorrarse las imágenes que la harían indigerible para el mundo exterior.

Esto es: no se espera la detención de Puigdemont. Tampoco la de Junqueras. A lo sumo, les llegará un telegrama con la notificación. No se espera tampoco que los delegados de Soraya Santamaría en el Palau de la Generalitat pidan la oficina del desplazado presidente para trabajar.

Habrá café, y hasta bizcochos, para los desplazados...

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