Una interna hecha crisis institucional

Alberto Fernández se retira de la Casa Rosada

La disputa interna que profundizó la debacle electoral del oficialismo se transformó en una crisis institucional sin solución a la vista y que se fue agravando a lo largo del día, hasta convertirse en el conflicto más grave que registra la democracia desde el colapso de 2001 .

Más de doce horas pasaron a partir del momento en que estalló públicamente el mayor enfrentamiento explícito entre el Presidente, su vicepresidenta y la poderosa organización que conduce el hijo bipresidencial sin que la ciudadanía supiera qué quedaba del gobierno del Frente (cada vez menos) de Todos. Con esa incertidumbre, en medio de una absoluta fragilidad política y una crítica situación económica, nos fuimos a dormir anoche los argentinos. Bailando sobre la cubierta del Titanic.

Alberto Fernández había decidido resistir o procrastinar una vez más , a pesar de la gravedad de los acontecimientos que desvelan a todo un país. "No voy a decidir nada bajo presión. El gabinete sigue igual. Nadie renunció formalmente, sino que pusieron a disposición su renuncia" , dijo en las últimas horas el Presidente a sus colaboradores más cercanos. Formalidades para eludir el fondo de la crisis.

Fue su reacción (emocional) y decisión (racional) a lo que él considera un ataque a traición . Se la transmitió a sus colaboradores casi seis horas después de que un rayo (paralizante) cayó en el primer piso de la Casa Rosada sin que nadie lo esperara.

Los hechos precedentes confirman lo imprevisto que resultó todo. El Presidente y sus principales colaboradores insistían a todos sus interlocutores en que no habría cambios en su gabinete hasta instantes previos a que Wado de Pedro, el ministro más poderoso del Gobierno, difundió la carta en la que ofrecía su renuncia. Lo que quedaba del Gobierno, que ya estaba en shock, terminó consternado.

Apenas pudo salir de la sorpresa por el golpe propinado, Fernández reunió a los propios que le quedan y tras acordar la decisión de resistirse resolvió acumular todo el capital político posible para negociar desde una posición de menor debilidad de la que había quedado con el doble golpe que significó el fracaso electoral y el apriete del cristicamporismo para que cambiara nombres y políticas.

Fueron preparativos para la batalla. Justo lo que la mayoría de los argentinos no quieren y así lo expresaron en las urnas el domingo, según coinciden incluso analistas de opinión de pública que contrata el Gobierno.

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