'En el interior me tratan bien porque sienten que soy uno más de ellos'

LA PLATA.- A Lisandro Aristimuño le sigue obsesionando ese asunto de la ventana. Es mediodía de un viernes gris y dice que recién se levanta, pero que no durmió en toda la noche, a pesar de tener la cama matrimonial sólo para él en la habitación de un hotel céntrico de La Plata, ciudad elegida para cerrar la gira que lo llevó este año por quince ciudades del interior en las que presentó su último álbum, Constelaciones. "La habitación es chica y tiene todas ventanas a la calle. ¿Ves ahí la esquina? No tiene semáforos y los autos se la pasaron toda la noche tocando bocina", explica con asombro como si los 16 años vividos en la gran ciudad aún no hayan podido domesticar su instinto patagónico.

En la habitación con ventana a la ruidosa esquina de 54 y 10 no hay nada fuera de su sitio, nada da indicios de una larga noche de insomnio y ni siquiera hay ala vista demasiadas pertenencias personales. "Cuando estoy de gira me llevo una viola chiquita por si se me ocurre algo, un grabador de mano para grabar ideas, un cuaderno y nada más. Escribo mucho cuando viajo y también aprovecho para dormir", dice Lisandro eternamente escondido detrás de sus anteojos oscuros de vidrios azulados, el color del viento, según él (le puso Viento Azul a su sello), y también el del amor (su hija se llama Azul).

El músico llegó el jueves por la noche a La Plata como avanzada de su propia troupe ("me gusta llegar un día antes para poder descansar y estar relajado el día del concierto"), para su último show antes de lo que será su primer Luna Park, en septiembre.

Receloso de su intimidad y cuidadoso de cada mínimo detalle en torno tanto a su obra como a su vida privada, Aristimuño acepta con una sonrisa amable compartir toda una jornada con alguien externo a su equipo de colaboradores. "Me gusta andar solo y conocer los lugares. Que tu trabajo te lleve a conocer ciudades que si no fuera músico no hubiera conocido es genial. Por ahí salgo a tomar un vinito solo o a recorrer un poco la ciudad, caer en los típicos comedores de los pueblos, con la televisión encendida en el fútbol y la comida supercasera. Disfruto de esas cosas y también me nutren para componer: los paisajes, los modismos de la gente del interior, que son distintos, las frases que dicen, todo eso me alimenta a la hora de escribir".

Sentado ya a la mesa de un restaurante ubicado a metros nomás de esa mole de cemento moderno que es el Teatro Argentino, Aristimuño se dispone a unificar desayuno y almuerzo con un...

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