Un intento de convertir en delito la investigación periodística

A la Argentina de los tiempos cortos, de la memoria inmediata, de la palabra rebozada en pólvora le cuesta tomar perspectiva del avance de un fenómeno desconocido de la democracia: la criminalización de la investigación periodística.Escondido detrás de los ruidos de la campaña, la Comisión Provincial de la Memoria presentó un informe en el que concluye que consultar fuentes, confrontar los hechos, chequear la información y publicar una noticia es hacer espionaje.El trabajo de un periodista se ha convertido en un delito que bien podría pagarse con la cárcel. La simplificación de la idea no solo es propia de esta nota, que debe compilar lo importante en los primeros párrafos, tal como enseñan las facultades de comunicación -o de espionaje, según el dictamen-, sino que es el más acabado resumen argumental de 191 páginas que claramente quedarán en la memoria.La hipótesis es simple. Un personaje (Marcelo D'Alessio) supuestamente es de información. Un periodista se encuentra con los datos o los busca -da lo mismo-, los corrobora y publica los que puede probar. Conclusión de la comisión: es delito.La profundidad del problema queda en evidencia en varios aspectos. El primero es que la Constitución protege la labor periodística: otorga el derecho de guardar silencio sobre la identidad de la fuente. No hay dudas doctrinarias sobre la motivación de los constitucionalistas. Entregaron una enorme herramienta para que el incentivo de buscar la verdad le ganara al temor de investigar al poder.Ahora bien, esto no significa que el periodista esté fuera de la normativa. Lo que se protege es la investigación, no la actividad. Claro que si en el proceso se cometen delitos, el Código Penal se aplica como a cualquiera. Además, existen todas las responsabilidades ulteriores por las calumnias, injurias, difamación, instigación a cometer delitos y una batería de tipos legales que se encuadran en la actividad de la prensa.Y eso no es todo. El periodista paga la mala información que propaga con lo más preciado que tiene: la credibilidad. Los consumidores de noticias premian o castigan a diario a los comunicadores cuando los eligen o los descartan. El costo de equivocarse es enorme. La inmediatez de las redes y la cobardía del anonimato que en ellas se esconde son otra factura que se paga ante...

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