Insultos, no

El insulto es el fracaso de la argumentación. La impotencia brutal del que decide voluntariamente autoeyectarse derrotado del debate civilizado. El deslenguado es un pobre infeliz que canaliza en el exabrupto lo que sus balbuceos ideológicos no le alcanzan para enunciar ni siquiera un mínimo concepto a discutir.Se puede disculpar en la hinchada futbolera imposibilitada de organizarse intelectualmente y cuya travesura, por lo tanto, se diluye en la masa -idem con los anónimos que chapotean en los barros pestilentes que generan en las redes sociales-, pero la cosa cambia -debe cambiar- cuando quién emite públicamente una difamación es alguien con vidriera propia, un líder de opinión que tiene un plus de...

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