Insaurralde, Saintout y una provincia amordazada

El cantante lírico Christian Peregrino, cancelado por el Estado en la provincia de Buenos Aires

Si Kicillof fuera Scaloni, Messi no jugaría en la selección. El lugar de capitán se reservaría, seguramente, para un militante, para "uno de los nuestros". Se desplazaría, en cambio, a aquel que haya evitado abrazarse al oficialismo.

La suposición podría parecer antojadiza . Pero el caso del cantante lírico al que el gobierno bonaerense acaba de cancelar en el Teatro Argentino revela exactamente eso: lo que importa es el alineamiento ideológico, no la capacidad ni el talento. El que discrepa se va. La disidencia se penaliza y la libertad de expresión solo rige para el que opina a favor de la corriente.

Pocos episodios han desnudado con tanta nitidez la ideología que gobierna la provincia de Buenos Aires como el que la semana pasada reveló Cecilia Scalisi en LA NACION: el cantante lírico Christian Peregrino fue despedido del Teatro Argentino (o, si se prefiere, "cancelado"), donde lo habían contratado para participar en seis funciones del Réquiem de Verdi . ¿Fue porque faltó a los ensayos, por no presentarse a la función o por apartarse groseramente de la partitura? No. Fue por haber criticado a través de las redes sociales a los músicos del Colón que se plegaron, durante una función de Madama Butterfly , a una agresión contra Javier Milei cuando todavía era candidato presidencial. Peregrino se atrevió a romper una suerte de pacto corporativo para cuestionar que desde la orquesta se haya entonado la marcha peronista para "musicalizar" la reacción contra Milei. Podría considerarse, sí, que Peregrino desafinó, porque en ese universo de la cultura, lo que domina -paradójicamente- es el discurso único.

Lo que ha ocurrido luego muestra el mundo del revés : al músico del Colón que empuñó el violín para acompañar un acto de intolerancia no se lo sancionó, aunque hubiera correspondido hacerlo, pero sí se aplicó la censura y la represalia al que criticó esa actitud. Cambalache se ha quedado corto.

El Estado no penaliza la ineficiencia, el incumplimiento o la transgresión de la norma, pero sí la discrepancia o la crítica opositora . El protocolo bonaerense "criminaliza" la opinión.

Si la foto de Insaurralde en el yate o la de Chocolate Rigau en el cajero automático exhibieron la corrupción enquistada en la provincia , el caso de Peregrino expone otro flagelo: el del fanatismo y la intolerancia ejercidos desde el Estado. Cualquier ideología con rasgos...

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