La infrecuente normalidad de un acuerdo político

Será que el país quedó sordo luego de tantos años de discursos épicos. Quizá resulte aburrido lo que no parezca un triunfo arrollador sobre el oponente. Es posible que todavía queden signos de históricas desconfianzas hacia los que se ponen de acuerdo.

Aunque muchos todavía no lo quieran reconocer, es cada vez más evidente que la famosa grieta ya no es tal. Quedó el derrumbe de una de las orillas y un espacio amplio en el que hay discusiones, tensiones y enfrentamientos, pero también puentes, diálogo y acuerdos. A eso se le suele llamar política. "Estamos volviendo a ser normales", resumió un gobernador peronista.

La semana pasada, como respuesta al deseo reformista de un Gobierno vigorizado por el triunfo electoral, se cerraron acuerdos complejos con sectores heterogéneos y poderosos. Antes de lo previsto, diferencias que parecían imposibles de despejar se convirtieron en pactos para cambiar el esquema impositivo, modificar el sistema previsional e introducir cambios en la legislación laboral. Al paquete se agregó la solución del multimillonario reclamo de Buenos Aires por el Fondo del Conurbano y el levantamiento a cambio de bonos de decenas de juicios planteados por casi todas las provincias.

Como nunca nada será perfecto, surgieron voces que hacen observaciones sobre lo acordado. Unos porque creen que Macri cedió demasiado, otros porque esperaban cambios más drásticos. Más allá dicen que los gobernadores le dieron demasiado poder al Presidente y más acá que estos le sacaron muchos millones a la Casa Rosada. Pero lo cierto es que los paquetes de acuerdo incluyen al Gobierno, a todos los gobiernos provinciales (San Luis es una excepción llamativa pero circunstancial), a la conducción de la CGT y al liderazgo empresario. En el Congreso esperan los proyectos de ley con el alivio de que ya fueron acordados.

Apenas un mes atrás, todavía ardía una campaña electoral teñida por una invención sostenida por años de división política: la famosa grieta. La política en blanco y negro, una discusión binaria limitada a estar a favor o en contra de algo y de alguien, resultó un arma electoral formidable para el Gobierno. El kirchnerismo parecía una fuerte realidad política y terminó desvanecido como un fantasma que se pelea consigo mismo.

Los acuerdos del país político son contemporáneos con el avance judicial sobre los protagonistas del ciclo kirchnerista. No se puede precisar todavía qué es peor para Cristina Kirchner, si los pactos que parecen...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR