Infancia en emergencia

El relato, la dañina inventiva para transfigurar números y situaciones, la épica revolucionaria de la declamada justicia social distributiva y la igualdad de oportunidades para todos y todas se están quedando desnudos. Un serio, completo y dedicado trabajo realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) acaba de revelar que, en 2015 en la Argentina, el 30% de los niños menores de 17 años era pobre, mientras que el 8,4% era pobre en grado extremo.

Es, si se quiere, una confirmación de lo que año tras año ha venido denunciando en nuestro país la Universidad Católica Argentina (UCA) por medio del Observatorio de la Deuda Social. Su último informe, de marzo pasado, dio cuenta de la existencia de unos 13 millones de argentinos pobres, equivalente al 34,5% de la población.

Por entonces, llamó poco menos que a indignación -movería a risa si no fuera un tema tan delicado- que fueran algunos de los propios dirigentes kirchneristas los que intentasen adjudicar al gobierno de Cambiemos, asumido hace cinco meses, la responsabilidad de esa debacle. No caben dudas de que el panorama no ha mejorado tras las duras medidas que la nueva administración nacional debió adoptar para frenar la fiesta del despilfarro de los tres gobiernos que lo precedieron. Pero de allí a que el kirchnerismo transforme ahora en cuestión de fe los datos del Observatorio que había negado hasta el cansancio habla de la tan impúdica como dinámica capacidad de reconversión que sigue practicando esa fracción política. Casi la misma que recorrió, con forzado arrobamiento, desde la demonización de Jorge Bergoglio hasta la adhesión fervorosa al papa Francisco.

Poco antes de dejar el poder, el gobierno de Cristina Kirchner aseguraba que había dos millones de pobres y 600.000 indigentes en el país. Es más, el entonces jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, aseguraba que en Alemania había más pobres que entre nosotros. Desfachatada y curiosa afirmación del funcionario de un gobierno que se negaba a publicar cifras oficiales, y no sólo de pobreza sino también de inseguridad, entre otras tantas cuestiones que debieron haber sido tomadas como políticas de Estado y no como chicana de barrabrava o mentira de tertuliano de café.

Tanto Unicef como el Observatorio de la UCA tienen un valor agregado que pone de manifiesto que no siempre el dinero es la clave para salir de la pobreza. Un ejemplo de ello es la muy útil Asignación Universal por Hijo...

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