La increíble historia de las dos Cristinas

Debatir y comer no es muy recomendable para una buena digestión, pero aquel mediodía primaveral no había posiciones tensas e irreductibles en la quinta de Olivos. Y la dieta frugal, siempre idéntica a sí misma, no se le atragantó a nadie: pollo con arroz para Néstor, bife con puré para Alberto y una ensalada verde para Cristina. Los Kirchner habían invitado a solas a su jefe de Gabinete para sorprenderlo con el proyecto de reducir el número de los miembros de la , y la discusión pasaba entonces por entender si siete era mejor que cinco. Alberto Fernández preguntó si la versión más reducida no agobiaría a los jueces supremos por el tremendo caudal de trabajo, y Cristina Fernández argumentó con ahínco institucionalista las ventajas prácticas y además la importancia simbólica de regresar al número original previsto por la reforma constitucional de 1860. Parecía Thomas Jefferson. Todavía a finales de 2006 Néstor Kirchner intentaba dejar atrás el sesgo feudal de su gestión santacruceña, esencialmente por ser piantavotos, y Cristina hacía gala de un republicanismo legislativo y cosmopolita. "Bueno -acordó Alberto-, ¿cómo presentamos este tema? ¿Con una conferencia de prensa?" La primera dama negó con la cabeza, y respondió: "No, no. Yo lo voy a dar a conocer en el recinto, pero me gustaría explicárselo antes a algunos pocos periodistas".

Veinticuatro horas después fueron citados de urgencia al Senado de la Nación Joaquín Morales Solá, Eduardo van der Kooy y Mario Wainfeld, los tres principales columnistas de los diarios nacionales. A pedido de Cristina, también fue convocado Marcelo Longobardi, que ya lideraba la mañana de la radio. Los cuatro colegas aguardaron en la sala de espera preguntándose qué primicia colosal les deparaba el día. Finalmente, Cristina los recibió con enorme cordialidad y los convidó con café. A Joaquín le pidió perdón por un sablazo público que injustamente le había asestado su marido desde el atril: "Vos sabés cómo es Néstor; a veces va al micrófono sin escuchar a nadie", le soltó la senadora. Luego abrió el juego: "Los invité a ustedes porque los respeto, aunque no siempre esté de acuerdo con lo que dicen". Hizo un pequeño silencio mientras abría su botellita de agua mineral, y agregó: "Pero se puede disentir y se puede convivir al mismo tiempo". Durante ochenta minutos, explicó las razones históricas y políticas de la reducción de los miembros del máximo tribunal. "Elegimos la fórmula que rigió la Corte Suprema durante...

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