La imperiosa necesidad de recrear el diálogo

Ningún país acosado por divisiones, odios y resentimientos puede proponerse con serias probabilidades de éxito objetivos superadores. Sólo una fuerte voluntad política y social por recrear mecanismos idóneos para el diálogo podrá conducirlo hacia un camino de armonía y concordia.La sociedad argentina viene asistiendo a sucesivas manifestaciones de animosidad y rencor que no hacen más que degradarla. La violencia verbal se ha convertido en cotidiana, no sólo en el poder político, sino también en no pocas redes sociales y medios de comunicación. Como en los peores momentos de nuestra historia, las diferencias políticas han derivado hasta en conflictos familiares.Los crecientes niveles de inseguridad que se palpan a diario, la acción de las barras bravas del fútbol y de las patotas sindicales, la expansión del narcotráfico y la impunidad de quienes siembran la corrupción en la función pública son cuestiones que potencian la indignación social. Tanto como una situación económica donde el trabajo precario y la exclusión de muchos dista de haber sido superada, y donde los impuestos al trabajo castigan a cada vez más trabajadores que perciben el creciente deterioro de su poder adquisitivo frente a una inflación galopante, al tiempo que se premia con la posibilidad de un blanqueo a grandes evasores.La paz social es un requisito inevitable para un mejor futuro y, especialmente, ante la necesidad de corregir las distorsiones de un modelo económico que se ha agotado y de un estilo de gestión cuya lógica de construcción de poder por la vía de la confrontación ya ha demostrado sus nefastas consecuencias para la salud de la República.Pero reconstruir la paz social demanda como mínimo que se deje de ver en el otro un mal o un enemigo al que sólo cabe destruir. La edificación de barreras ideológicas o sectoriales conspirará siempre contra el objetivo de la concordia, en la medida que retroalimenta los resentimientos y las exclusiones, al tiempo que puede desencadenar un proceso de violencia capaz de espiralizarse. Se debe evitar que una chispa derive en un incendio de proporciones imprevisibles y de duración incalculable.Nuestra historia nos refiere las ocasiones en que los resentimientos y las antinomias constituyeron el motor de venganzas que provocaron graves enfrentamientos. Si bien el momento actual no es afortunadamente comparable al de los trágicos años setenta, donde la violencia política y social adquirió niveles extremos, nunca está de más advertir sobre las...

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