La imagen... la realidad: una reflexión

AutorGabriela Gachassin
CargoLicenciada en Artes Visuales

Ha sido una preocupación del hombre a través de la historia la de perpetuarse y lo ha hecho de diversas maneras. En los distintos casos por razones religiosas, simbólicas, científicas, políticas; la idea de combatir a la muerte con lo que ella conlleva inquietó ciertamente el pensamiento humano.

Las cavernas de Lascaux relatan episodios de la vida cotidiana hace cientos de miles de años, los egipcios eternizaban a sus gobernantes con complejos procesos de momificación, además estos mismos gobernantes sumergidos en esta preocupación por persistirse construían también a lo largo de sus vidas maravillas arquitectónicas que atestiguaban su grandeza. No escaparon a estas ideas los antiguos romanos y así podría continuar con la historia de la representación o la representación a través de la historia.

Representar, “volver a presentar” o como dice Andrè Bazin: “hecho presente”, “re-presentado”, entonces imaginemos por un momento que la historia del hombre, la historia de la cultura se ha escrito sólo con la contribución de las imágenes, aquellas mismas que perpetuaban. Entonces, esta que propongo, alcanzaría ser una escalofriante idea porque todo podría ser una farsa: toda la historia tal como la conocemos. O sino mentiras, verdades parcializadas; por la sencilla razón de que las imágenes que vemos siempre han estado mediatizadas por su ejecutor: quizás los relatos de los relieves de la columna de Trajano, de sus victorias; han sido subjetivados por el artista que los esculpió dado que trabajó bajo las órdenes del propio Emperador y seguramente en la ignorancia de los hechos reales.

Siguiendo esta, que puede ser una disparatada tesis, la imagen con pretensión de realidad o de realismo, no existió hasta la invención de la fotografía. A ella se le atribuye lo que Roland Barthes denomina “huella”, porque en materia fotográfica, por esos momentos (ya veremos más adelante), es imposible fotografiar lo que no está; es decir el “modelo” que aparece en la foto o lo que se fotografió tuvo que haber estado presente, delante de la cámara, en el mismo momento del disparo, ni antes ni después.

No solo hay un carácter de realidad que nos convence habida cuenta de lo que digo en el final del párrafo anterior, sino que este pensamiento está a su vez respaldado por el necesario proceso químico que acompaña a la imagen fotográfica. Nadie pone en duda los procesos científicos los cuales se develan en axiomas, en verdades universales, hasta tanto no sean refutados...

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