Identidad laboral y transformaciones en el mundo del trabajo

AutorMaría Noel Bulloni - Juliana Frassa - Leticia Muñiz Terra
I- Introducción

Considerar al trabajo como una relación social, productora de sentido, y por lo tanto, configuradora de identidades es una premisa que pocos investigadores se animan a cuestionar. De manera general se acepta que en el espacio laboral se producen y reproducen formas simbólicas que aportan a los individuos una determinada identidad. Así, se ha sostenido que el trabajo ocupa un lugar central, en tanto fuente de significados, en los procesos de constitución de vínculos sociales e identidades (Castel, 1997; Hopenhayn, 2001; Neffa, 2003; Antunes, 2005.).

Siguiendo esta lógica, no debe sorprendernos que los cambios acontecidos en el mundo del trabajo hayan tenido, y sigan teniendo, consecuencias directas tanto sobre los modos de vida como sobre las identidades de los trabajadores. Sin embargo, al momento de describir y valorar dichas consecuencias desaparecen los anteriores consensos teóricos.

Si bien en las ciencias sociales siempre existió una preocupación por la experiencia subjetiva y su relación con el entorno social, el auge de la temática de la identidad se desarrolló fuertemente, desde los años 70, como respuesta al objetivismo dominante en el pensamiento sociológico de las décadas precedentes. Frente a la imagen de un actor social definido de manera puramente objetiva y encerrado en el determinismo de situaciones y estructuras sociales, los estudios sobre identidad tuvieron el mérito de renovar la preocupación por la subjetividad del actor (Dubet, 1989). En este contexto se desarrollaron numerosas investigaciones que abordaron la cuestión de la identidad desde sus múltiples aristas: identidad de género, étnica, religiosa, cultural, laboral, etc.

Así, los estudios sobre identidad laboral se enmarcaron dentro del conjunto más amplio de investigaciones realizadas sobre los significados culturales del trabajo. Este enfoque surgió, primero en Estados Unidos y más tarde en Europa 1, como reacción a los procesos de industrialización y urbanización de posguerra y a sus efectos sobre las condiciones de trabajo. Este núcleo analítico, que remite a un conjunto heterogéneo de estudios realizados desde diversas disciplinas, adquiere en la década del 70 un nuevo desarrollo cuestionando las teorías estructuralistas imperantes desde la Segunda Guerra Mundial y centrando su interés en la acción humana reflexiva en el trabajo (Guadarrama, 2000).

En América Latina, por su parte, estos estudios aparecen varias décadas más tarde influenciados por la difusión, en los años 80, de las teorías de la acción social provenientes de la Historia Social inglesa y la Sociología del Trabajo francesa, que abordan el problema de la relación entre trabajo, subjetividad e identidad 2 (De la Garza, 1997).

En las últimas décadas, los estudios sobre identidad y trabajo han centrado su interés en la relación existente entre la transformación estructural del mundo laboral, ocurrida desde fines de los 70, y la experiencia subjetiva de los trabajadores, utilizando diversas conceptualizaciones teóricas y llegando a disímiles conclusiones.

En nuestra región, estos análisis adquieren un nuevo desarrollo en los años 90, influenciados por los procesos de apertura y reestructuración productiva de las economías latinoamericanas. Durante esos años, los nuevos estudios en este campo se orientaron, principalmente, hacia las consecuencias que los cambios introducidos en la producción y organización del trabajo (criterios de flexibilidad, polivalencia, uso de nuevas tecnologías, etc.) tenían sobre la subjetividad de los trabajadores. Adoptando una mirada más abarcativa, en esta etapa se comienza a hablar de modo general de cultura del trabajo, comprendiendo una multiplicidad de espacios laborales, y ya no de cultura de la clase obrera en particular.

Algunos de los ejes temáticos más importantes desarrollados en las últimas décadas, en América latina, en el campo de la cultura del trabajo y la identidad corresponden a las representaciones del proceso de trabajo; el desarrollo histórico, social, político y cultural de la clase obrera; las identidades profesionales; las culturas ocupacionales, organizacionales y de empresa; y un conjunto de estudios diversos sobre las temáticas de consumo, género y desempleo, entre otros (Guadarrama, 2000).

Dado este creciente desarrollo, el presente artículo se propone reseñar algunas de las interpretaciones teóricas realizadas en torno al concepto de identidad laboral así como sus reconsideraciones recientes frente a las transformaciones ocurridas en el mundo del trabajo.

En este sentido, las preguntas que guían este trabajo son ¿cuáles son los principales aportes teóricos para abordar la cuestión de la identidad laboral?, ¿cómo se analizan y evalúan las consecuencias que tuvieron los cambios estructurales del mundo del trabajo sobre las identidades de los sujetos? y, finalmente, ¿cuáles son los puntos de acuerdo y de debate existentes entre los diversos enfoques?

II Desarrollo
A Algunas interpretaciones sobre la identidad laboral

En la teoría sociológica el problema de la constitución de identidades encuentra, en sus perspectivas más clásicas, dos posturas divergentes: aquellas que enfatizan el papel de la estructura y aquellas que priorizan la acción autónoma de los actores sociales como determinantes de la construcción de la identidad.

Las respuestas denominadas estructuralistas suponen, básicamente, que el sistema social, con sus instituciones, regulaciones, normas y valores, modelan las subjetividades y constriñen sus formas de acción. Aunque no niegan la presencia de cierto margen de libertad en las acciones individuales, al momento de buscar los elementos conformadores de la identidad se orientan por el análisis de las estructuras socio-económicas y culturales.

El segundo tipo de respuestas, sostenidas por las teorías de la acción humana, plantea que los fenómenos sociales sólo pueden explicarse en términos del análisis de la conducta de los individuos que los crean. Desde esta postura, a menudo, se niega la existencia de una identidad colectiva basada en características socio-culturales compartidas y, en el caso que se acepte, se la considera como una mera sumatoria de las identidades individuales (De la Garza, 1997).

Dentro de las conceptualizaciones contemporáneas del término identidad que proponen algún modo de resolución de esta clásica antinomia entre el análisis de las estructuras y la comprensión de las lógicas de la acción de los sujetos, sobresalen la Sociología del Trabajo francesa (Dubar 1991, 2002; Dubet, 1989, Sainsaulieu, 1988) y la Teoría Cultural de origen anglosajón (Hall, 1997). Estas corrientes son, quizás, las que mayor desarrollo teórico y empírico han alcanzado hasta el momento.

Ambas perspectivas parten del supuesto de que las identidades sociales se configuran a partir de las complejas relaciones que se establecen entre los sujetos y la estructura social. Frente a una visión esencialista que señala que la identidad reposa en realidades fundantes, sustancias a la vez inmutables y originales, los sociólogos franceses e ingleses coincidieron en sostener que, la identidad no permanece idéntica en el tiempo, y que, por el contrario, debe pensarse como una actividad de subjetivación que se conforma en el proceso de interacción con los otros. Este proceso implica la introyección de las relaciones sociales en las que el sujeto se desenvuelve, en una relación dialéctica entre lo intersubjetivo (aquello que es realizado con otros) y lo intrasubjetivo, vale decir, la apropiación que cada sujeto hace de su entorno material y de las relaciones sociales que en él tienen lugar (Dubar, 2002)

Así, la idea de identidad señalada por Dubar (2002) hace referencia a la existencia de una doble dimensión: una personal, que aludiría a la unidad y continuidad temporal del individuo, es decir a las identificaciones reivindicadas por...

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