Houellebecq, entre la carne y el espíritu

Habría que preguntarse por las razones que alientan las expectativas que preceden cada novela de Michel Houellebecq. ¿Quiénes tienen esas expectativas? Sus lectores, algunos críticos y el periodismo. No me cuento entre ellos. Fogwill decía que solo había leído Las partículas elementales (1998) y que no pensaba leer ningún otro libro suyo porque sabía que Houellebecq era incapaz de escribir algo mejor. No solamente no escribió nada mejor, sino que su declinación estilística (hay que leerlo en francés; la traducción de Anagrama es insalubre) alcanzó en Serotonina (su última novela) una indigencia casi inaceptable para la tradición francesa. Nadie espera el estilismo estéril de Marguerite Yourcenar (quién quisiera), pero esto es un poco demasiado. Y sin embargo? No es el juego que juega Houellebecq.Ya en Sobrevivir, su primer libro de poemas publicado, de 1991, Houellebecq había dicho, como si se tratara de un manifiesto, que "aprender a ser poeta es desaprender a vivir". Houellebecq parece confiar en que la literatura es una forma de conocimiento, y lo es en la medida en que, como la filosofía, suspende las relaciones causales en la percepción de los objetos. También confía en la plena identidad de lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello. Así concibe Houellebecq el acto poético: como la última cripta de la esperanza, como redención o consuelo del sufrimiento en un paisaje poshumano.Desde entonces, las cosas no cambiaron: lo que era válido para Sobrevivir sigue siéndolo para Serotonina. Cuando, en 2007, habló en la Alianza Francesa de Buenos Aires el tema de su disertación ("Cómo la cultura americana domina al mundo") se redujo a observaciones musitadas, casi sotto voce, sobre Fourier y la vindicación del orgullo nacional como antídoto contra la lengua inglesa. En Serotonina, hay una recta defensa del nacionalismo, lo que se alinea con su apoyo al Brexit y su condena de la Unión Europea y su aborrecimiento del Islam (con timing para el atentado a Charlie Hebdo)Houllebecq podrá parecer un provocador, aparte de un reventado, pero al final, es más...

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