Horacio Ferrer: el poeta de las dos orillas

"Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese? «qué sé yo» ¿viste?..." Esas mismas tardecitas nos han mostrado un "qué sé yo" de tristeza. Porque se les fue el último poeta, Horacio. Horacio, como el vate latino, amigo de otro bardo, Virgilio, y de Mecenas; Horacio, como Salgán. En la media tarde de anteayer se nos fue Ferrer, el más loco de todos los locos poetas, porque la poesía es una mágica locura que dicta la imaginación de los elegidos.

Todos dirán Horacio Ferrer, el poeta de Astor Piazzolla. Y recordarán ese poema que en 1969 se dedicó a sí mismo en "Balada para un loco"? "Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao? Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión?"

Pero no fue gorrión al estilo del de París, como Edith Piaf. Porque Horacio apenas se atrevía a tararear, cuando deliciosamente desgranaba versos en sus recitados. Sí fue, un poco, y casi sin querer, discípulo de los surrealistas o de los simbolistas franceses. Y como ellos cultivó mil audacias de la lengua, por cierto que en español. Un español pletórico de nuevos y vanguardistas lunfardismos que él solito inventó. Una especie de "neolunfardo" del siglo XX.

Antes de recordar al inventor (que eso significa la palabra poeta: el que crea) es preciso rescatar al cronista, al historiador que descubrimos y recorrimos como un tesoro para los argentinos: su arquetípico Libro del tango, varias veces reeditado. Un tratado que desarrolló no sólo la biografía de los más emblemáticos creadores (músicos y poetas) e intérpretes, sino también la época, el estilo, la generación a la que pertenecieron, la historia de los temas antológicos.

Pero, además, Horacio Ferrer nos legó varios libros más de investigación y otros que fueron frutos de su relación con pintores y demás artistas. La enorme ola levantada por él con "el Gato" (como llamaba Troilo a Piazzolla) ha sepultado también su condición de periodista en algunas publicaciones. Desde aquel inicio en la redacción del diario El País, de Montevideo, al que lo había conducido Hermenegildo Sabat en la primera mitad de los años 60; tanto como para que ya en 1980 pudiese mostrarse como brillante disertante sobre tango en la universidad parisiense de La Sorbona.

Su prolífico don poético brilló en un bellísimo libro en el que no asoman los delirios de la invención surrealista, sino pinturas magistrales de este Buenos Aires y de "Las Dos Orillas". Su "Romancero canyengue", que compuso en Montevideo en 1967, con el que enriquece el repertorio en...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR