La hora de los sacrificados

Habrá que darse una vuelta por Sarandí para darse cuenta del esqueleto de Arsenal. El que no conoce se guía, a lo lejos, por el Viaducto que cruza la vena principal de Avellaneda, la avenida Mitre, pero tarde o temprano se perderá entre las cortadas y los recovecos que dibujan laberintos hasta la casa del campeón. Los más fanáticos ya pintaron los frentes de las casas. Mientras más desprolijo, mejor, más auténtico, más artesanal, con el pulso aún tembloroso. El celeste se confunde con el azul o tiene destellos violáceos, lo mismo da. El rojo brilla. Los más medidos colgaron algunas banderas, la mayoría desgastadas, con marcas del ascenso, en las puertas y balcones. Los neutros se pusieron contentos sólo porque la "patria chica" da ese sentido de pertenencia que jamás se explica. La gesta es un poco de todos, de unos pocos, y se potencia frente a la omnipotencia de los que ostentan una multitud. Habrá que tomarse un tiempo para entenderlo, más bien para sentirlo.Ahí empezó la magia. La fantasía no quedó resguardada únicamente en la mente de Walt Disney. Porque Arsenal tiene un poco de todos los personajes animados que aún hoy emocionan desde la proyección de los recuerdos. Es cuestión de reproducirlos y relacionarlos. Está el que piensa, el gruñón que despotrica y el atolondrado siempre simpático. También los que acompañan. Hay romanticismo. Son todos para uno. Si hasta parece oírse el rollo en la sala del barrio. Siempre hicieron el mismo camino los pilares del campeón. Cada uno pasó con cuidado alguna cuneta y se tentó con el puestito de venta callejera de fruta de estación. De fondo negro y tiza, las ofertas parecen irresistibles. Fueron sandías y melones en el verano. Hoy manda el perfume de los cítricos. Son detalles en la vida de un campeón que tuvo sus motivos.Desde el fondo, la sangre joven de Lisandro López y Guillermo Burdisso sacó coraje. Adelante, Luciano Leguizamón y Emilio Zelaya hicieron de las suyas y se entendieron con jugadas que parecieron trazadas con un compás. El DT Gustavo Alfaro los guió con confianza y, a la vez, mantuvo la distancia con los jugadores. El éxito, el primer título en el fútbol local, no sólo se resumió en ellos, pero sí dejaron una ruta en cuanto a la imagen y a las estadísticas del mejor equipo en el Clausura 2012.Habrá que ser justos. El retrato con LA NACION se hace horas antes de la gesta, del triunfo con Belgrano por 1-0, del título, de la vuelta olímpica, de la vorágine. Los encuentra con la ropa de trabajo, la...

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