El Hong Kong Stadium se rindió a los pies de Messi

HONG KONG.– Cuesta creerlo. Hong Kong es un "país" subdesarrollado en el mundo del fútbol, pero en uno de elite como la Argentina no hay un escenario de la calidad del Hong Kong Stadium. Nada especialmente pretencioso ni de la categoría cinco estrellas que abundan en Europa, pero admirable desde muchos puntos de vista. Funcionalmente sencillo y muy bien pensado, instalaciones suficientes y de categoría, buen césped, sistemas de luz y sonido óptimos, áreas cómodas y limpias para que la gente se mueva con comodidad. Un techo que cubre la mayor parte de las tribunas, en las que sólo hay cómodas butacas.En este lugar donde también se juega al rugby, la gente disfrutó de lo que para ellos fue un show, para la selección local un curso acelerado de aprendizaje y para la Argentina, un entrenamiento con ropa de gala. Una práctica bien cotizada, por cierto: un millón de dólares (ver aparte) por esta suerte de exhibición sin exigencias deportivas, en honor al centenario de la federación local. Había una única razón de ser en el programa de los 25.000 asistentes –y los que seguramente habrán seguido el espectáculo desde las ventanas de algunos de los rascacielos que se levantan tras las cabeceras–: ver jugar en vivo a Lionel Messi, un privilegio que tal vez no vuelvan a disfrutar.Hay también una hinchada bastante pintoresca, unos 30 o 40 muchachos provistos de tambores, cuya rutina rítmica no depende de lo que pase en la cancha. Son los únicos enfundados en la camiseta roja de Hong Kong, porque la que se ve por todas partes es la argentina.Este público muy bien predispuesto para el asombro, se decía, esperaba ansioso ver al rosarino jugando para él. Lo que mientras tanto pasó fue perdiendo importancia. Cuesta considerar como una prueba a un partido en el que en el equipo oponente hay más de uno que entra en pánico cuando ve cerca un par de camisetas argentinas. El muy entusiasmado arquero Guzmán jamás debe de haberse aburrido tanto en una cancha; prácticamente no toca la pelota en la mitad del partido que le tocó, el primer tiempo. No hace falta un equipo (la selección que jugó ayer, en un sentido amplio, no lo es: fue una formación para el caso, sin futuro como tal), para que se haga evidente la abismal diferencia de calidades individuales. El único suspenso previo a lo que realmente todos esperan consiste en saber cuándo llegaría el primer gol. Lo develó Banega en 18 minutos.El crescendo ambiental empieza en el segundo tiempo. Se...

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