La historia del pueblo bonaerense de 40 habitantes donde reabrieron un viejo cine abandonado por décadas
El centro cultural donde funciona el cine y los vecinos de Colonia Lapin a mediados del siglo pasado
"Queremos que la gente deje de ver tanto Netflix y que vuelva al cine", afirma José Piro, uno de los responsables de la reapertura de un viejo cine de más de 80 años en la Colonia Lapin , un minúsculo paraje de apenas 40 habitantes en las márgenes de la provincia de Buenos Aires en el partido de Adolfo Alsina, a 560 kilómetros del Obelisco y a solo 50 del límite con La Pampa.
En una épica rural con pocos precedente: luego de estar cerrado por 30 años, habitantes y exvecinos se unieron y, el sábado pasado, en este desértico rincón bonaerense el cine volvió a pasar una película. "Nos abrazamos, salió todo bien. Cumplimos un sueño", confiesa Piro.
"Vemos que mucha gente está encerrada viendo Netflix", afirma Piro. La impronta cultural del paraje no es nueva. El cine comenzó a proyectar películas en 1946, y en la década del 90 cerró sus puertas. Fue una de las tantas colonias judías que se asentaron en la pampa bonaerense, familias que escapaban de la Rusia zarista. Llegaron sin nada, pero traían sueños más elevados que solo producir para comer. "Los judíos se interesaron por el cine, el teatro y la literatura", asegura Piro.
El cine funciona dentro del centro cultural del pueblo
La hazaña de reabrir el cine involucró a muchas manos. Durante gran parte del siglo pasado todos los fines de semana se pasaban películas. "El cine representa la identidad de Colonia Lapin, queríamos poder recuperarla", confiesa Piro. La clave desde el origen de estas colonias fue el trabajo de cooperación y asociativismo.
Conforme se levantaban las restricciones por la pandemia, un grupo de alrededor de diez personas comenzaron a trabajar en la recuperación del centro cultural donde está el cine. Ya habían logrado una primera etapa de su puesta en valor para la celebración del centenario del pueblo, en 2019. Pero el polvo, el olvido y las tormentas de viento hacen estragos en este desierto pampeano. Aquel año se proyectó una película y se cerró. No era el momento todavía para pensar en una recuperación completa.
Llegó la pandemia y la idea cobró forma. Se organizaron en una comisión, coordinaron tareas y, a mediados de este año, el sueño ya estaba cerca de convertirse en realidad. Fue un trabajo de hormiga: se juntaban para desmalezar, limpiar, pintar, reacondicionar aberturas, paredes, instalaciones eléctricas. "Terminábamos comiendo un asado y evaluando los pasos por...
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